La democracia americana, causa y vacuna

La ciudad y los días

22 de enero 2025 - 03:04

Que un tipo con el pasado de Trump –resoluciones condenatorias dictadas, causas pendientes, negación de los resultados electorales que calificó de fraude cuando perdió en 2020, alentador por acción u omisión del asalto al Congreso– anuncie en un discurso plagado de groserías, bravuconadas y disparates que con su mandato llega “la revolución del sentido común”, demuestra hasta qué punto está devaluada la doctrina del common sense de Thomas Payne, participante en la revolución americana y la francesa, llegando a ser nombrado diputado de la Convención Nacional para después ser condenado a muerte tras criticar el periodo del terror. Payne fue autor de las obras fundamentales El sentido común (1776) y La crisis americana (1776-1783) en defensa de la revolución americana, Los derechos del hombre (1791-1792) en defensa de la revolución francesa y La edad de la razón (1974) denunciando el Terror, lo que le valió la condena a muerte, salvándose tras la caída de Robespierre y regresando a EEUU gracias a las gestiones de Jefferson.

Que Trump aludiera al common sense de Payne, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, es una blasfemia política. Como que nombrara a Luther King –cuya figura se conmemoraba ese día– diciendo que “haremos que su sueño se haga realidad”, en alusión a su famoso discurso pronunciado en Washington el 28 de agosto de 1963: “A pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: todos los hombres son creados iguales”.

Es evidente, conocido su pasado y oído su grosero discurso, que Trump no solo no tiene nada que ver con las grandes figuras de Payne y Luther King, sino que representa lo opuesto a sus personalidades y valores. La debilidad mayor de la democracia es que permite que tipos así sean votados y ganen. Una de las pocas verdades que dijo fue “estoy aquí porque así lo ha querido la gente”. 77.302.580 estadounidenses –con un importante número de latinos y negros– le han dado la presidencia y el control de las dos cámaras del Congreso. Si esto sucediera en la Europa de Lenin y Stalin, de Mussolini y Hitler, de Salazar y Franco, estaría aterrado. Que suceda en Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo, permite estar solo preocupado.

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