Confabulario
Manuel Gregorio González
A lienación planetaria
La ciudad y los días
Que un tipo con el pasado de Trump –resoluciones condenatorias dictadas, causas pendientes, negación de los resultados electorales que calificó de fraude cuando perdió en 2020, alentador por acción u omisión del asalto al Congreso– anuncie en un discurso plagado de groserías, bravuconadas y disparates que con su mandato llega “la revolución del sentido común”, demuestra hasta qué punto está devaluada la doctrina del common sense de Thomas Payne, participante en la revolución americana y la francesa, llegando a ser nombrado diputado de la Convención Nacional para después ser condenado a muerte tras criticar el periodo del terror. Payne fue autor de las obras fundamentales El sentido común (1776) y La crisis americana (1776-1783) en defensa de la revolución americana, Los derechos del hombre (1791-1792) en defensa de la revolución francesa y La edad de la razón (1974) denunciando el Terror, lo que le valió la condena a muerte, salvándose tras la caída de Robespierre y regresando a EEUU gracias a las gestiones de Jefferson.
Que Trump aludiera al common sense de Payne, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, es una blasfemia política. Como que nombrara a Luther King –cuya figura se conmemoraba ese día– diciendo que “haremos que su sueño se haga realidad”, en alusión a su famoso discurso pronunciado en Washington el 28 de agosto de 1963: “A pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: todos los hombres son creados iguales”.
Es evidente, conocido su pasado y oído su grosero discurso, que Trump no solo no tiene nada que ver con las grandes figuras de Payne y Luther King, sino que representa lo opuesto a sus personalidades y valores. La debilidad mayor de la democracia es que permite que tipos así sean votados y ganen. Una de las pocas verdades que dijo fue “estoy aquí porque así lo ha querido la gente”. 77.302.580 estadounidenses –con un importante número de latinos y negros– le han dado la presidencia y el control de las dos cámaras del Congreso. Si esto sucediera en la Europa de Lenin y Stalin, de Mussolini y Hitler, de Salazar y Franco, estaría aterrado. Que suceda en Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo, permite estar solo preocupado.
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