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EL Ayuntamiento de Madrid ha creado una Subdirección General dedicada a auditar la deuda. Carlos Sánchez, concejal de Economía y Hacienda, no descarta que, tras los estudios pertinentes -hay que ver cuánto están estudiando (ahora) los de Podemos-, opten por el impago. De momento, considera que la "deuda ilegítima" del consistorio asciende a 1.100 millones de euros. Lo considera él: los acreedores harán otras consideraciones.
No ha escogido el mejor momento para considerar. Coincide la noticia con las vacaciones de lujo de la alcaldesa. Vaya por delante que Carmena tiene todo el derecho a descansar por un riñón en Atlanterra y que nosotros, como gaditanos, le agradecemos el detalle de promocionar las playas de la provincia. Lo malo es que la demagogia es reversible, y estos gestos, tras tanto postureo contra los privilegiados, chocarán a los que compraron ese discurso, supongo. Yo le deseo a Manuela que haya descansado mucho entre nosotros y que repita todos los veranos; pero no casa bien veranear en una villa exclusiva y salir, a la vez, con que las deudas las pague Rita, la cantaora.
Además, son éstas unas fechas -cuando agosto enfila su recta final- en las que tenemos que ir liquidando las facturas del veraneo. Lo haremos escrupulosamente, pero eso nos hará, por una ley psicológica inexorable, menos comprensivos con los que se escaquean de pagar. Al caradura que se cuela en una fila no lo mira igual el que la está guardando que uno que pasaba por allí.
Encima, el parlamento le acaba de soltar una millonada a Grecia para que vaya cumpliendo. Corren malos tiempos para los morosos, pues la lupa mediática está muy atenta y el economicismo imperante pone el acento en acabar con las frivolidades contables.
El caso griego nos acerca al fondo de la cuestión. Independientemente de la inoportunidad, amenazar con el impago, aunque sea un globo sonda, es contraproducente porque enciende las alarmas y restringe los préstamos. Es una paradoja elemental: el lujo de no pagar las deudas sólo se lo puede permitir el que puede pagarlas. Quien depende del crédito, a lo más que le alcanza es a renegociar su deuda y siempre a partir de la voluntad firme de pagarla. Es increíble que no lo hayan aprendido de sus colegas griegos. Mi duda es si no será una deuda política con sus votantes, no una contable. La deuda del rupturismo, digamos. Eso se entendería, aunque saldrá igual de caro.
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