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Brindis al sol
Alberto González Troyano
Elogio de la rareza
Quousque tandem
Si algo está consiguiendo la presidencia de Mr. Trump es que la vieja derecha patriota y españolísima, enemiga acérrima de los EE.UU. que hundieron pérfidamente el Maine y acabaron con nuestro imperio, se haya convertido en ferviente seguidora de quien hoy pisotea el Despacho Oval. Sin complejo alguno y en plan Fernando Galindo Style. Recordarán aquello de «un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». Actitud que los lleva hasta extremos absolutamente vergonzantes y rayanos en la más fanática ceguera como la de defender la justicia de la imposición de aranceles a productos españoles. La razón más evidente de este seguidismo está en que la actual presidencia estadounidense ya no tiene interés en personificar el modelo de democracia liberal que muchos admiramos y que ya no identificamos con quienes están ultrajando el legado secular de los EE.UU.. La tierra de las oportunidades y, sobre todo, de las Libertades, defensora de los mismos principios que el presidente Zelenski ha hecho suyos frente al dictador autoritario en que se ha convertido el antiguo agente del KGB, Vladimir Putin.
Es claro que en ocasiones, las relaciones internacionales exigen desairar a un adversario, tensar la negociación y hasta levantarse de la mesa. La historia está llena de episodios similares que han desembocado en graves ultimátums. Pero jamás en directo. Jamás con público. Aquí no se trata de transparencia, sino de exhibicionismo adolescente que sólo busca la satisfacción inmediata que provoca el aplauso irracional de los fanáticos. Lo contrario de la diplomacia que es el arte de enviar a alguien al infierno y conseguir que se dirija allí encantado de disfrutar de su nuevo destino.
El detestable espectáculo de matonismo pandillero que ofrecieron en directo el presidente Trump y su vicepresidente, el sermoneador JD Vance, acosando al presidente de Ucrania deja bien a las claras que los EE.UU. ya no son unos socios de fiar para Europa puesto que han hecho saltar por los aires la alianza transatlántica forjada durante la II Guerra Mundial por Churchill y Roosevelt. Ya hace unos días nos resultó inconcebible ver a EE.UU. votando junto a Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte las resoluciones sobre el conflicto en Ucrania. Claramente, la administración Trump se puso de parte del agresor junto a sus secuaces. Y eso, sinceramente, es lo más preocupante de todo este esperpento que pone en riesgo la seguridad de todos.
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