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Envío
Rafael Sánchez Saus
Vance rompe moldes
No está mal. Llevamos casi un mes de presidencia de Donald Trump y de momento hemos sobrevivido a casi una declaración de guerra (comercial, ideológica, social o directamente militar) por día. Tenemos al hombre más poderoso del mundo buscando enemigos o inventándoselos a cada paso que da. En cuanto a los países de su entorno físico o político, el que no es un peligroso comunista está gobernado por los narcotraficantes; el que no es un rival económico tiene algún territorio potencialmente anexionable. En poco menos de treinta días ha amenazado a Dinamarca, México, Panamá y a toda la Unión Europea. Es decir, a todos los que son (o eran hasta ahora) sus aliados. Por otra parte, pelotea a Vladimir Putin. Entre bueyes no hay cornadas, que decía Mafalda.
España no se libra de estos aspavientos de villano loco, y los amigos que Trump tiene aquí se han apresurado a decir que la culpa la tiene Pedro Sánchez por no caerle bien, lo cual debería ser en cambio un motivo de condecoración. Pero haríamos bien en tentarnos la ropa, y no considerar una broma graciosa cada ocurrencia del presidente estadounidense. Vista la deriva paranoica que está tomando su mandato, no debería extrañarnos que cualquier mañana, el inquilino (por suerte temporal, al menos hasta ahora) de la Casa Blanca nos despierte diciéndonos que la Base de Rota debería ser territorio norteamericano, y que el Golfo de Cádiz tendría que pasar a llamarse, por ejemplo, Golfo de América II. Sí, sí, esto podría parecer una ocurrencia de articulista poco ingenioso, pero me temo que ese papel ya lo tomó hace tiempo el propio político anaranjado.
Decía el demasiado poco recordado Jaume Perich en un libro que tiene más de cuarenta años, titulado ‘Autopista’ para parodiar al famoso ‘Camino’ del santo Escrivá de Balaguer, que la demostración de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a presidente es su actual presidente. No sabemos qué duele más, si el cumplimiento de aquella profecía o la constatación de que se ha hecho por sufragio popular, es decir de manera impecable. Cuando el pueblo habla en las urnas, todos debemos callar, pero sólo un poquito y al principio. Ante los desmanes y aparentes desvaríos, aparte de protestar, lo único que cabe es preguntarse qué hay detrás de todos los actos del millonario Trump y de su socio aún más millonario Musk. Y la respuesta parece clara: el dinero, su dinero y sus ansias de más dinero.
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