
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Los males del mal
Gafas de cerca
El artículo a doble espacio venía precedido de una nota, datada 19 de enero de 2003 y asimismo escrita a máquina, en una cuartilla en cuya esquina rezaba: Antonio Domínguez Ortiz. Paseo de Cartuja (...), Teléfono 958 (...), 18012 Granada. “Estimado amigo, le adjunto la colaboración que me había solicitado para el Anuario de Andalucía 2002. Le ruego que me acuse recibo de su recepción porque en estas fechas los servicios de Correos no funcionan con la agilidad debida”. Rúbrica, y posdata manuscrita: “Supongo que me harán llegar un ejemplar del Anuario cuando esté terminado”. Se lo haríamos llegar por mensajería y no por Correos: él ya no lo recibió. Cuando abrí aquella carta, acababa de fallecer el historiador nacido en Sevilla, miembro de la Real Academia de Historia, Premio Nacional de dicha disciplina, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y profesor de instituto y de universidad. Llegaría al Diario apenas cumplir sus 93, y cuatro días después de depositarlo él en un buzón. “Pros y contras de la Memoria Histórica”. Asunto al que, en las primeras nueve líneas, describía como “el recuerdo siempre virgen del origen y vicisitudes de un pueblo, que satisface una necesidad inherente a la naturaleza humana; aun en pueblos muy primitivos, carentes de cultura, se conserva por tradición oral, cantos y leyendas el recuerdo de su origen, hazañas y avatares, y por eso la enseñanza de la Historia es parte indeclinable de todo plan de estudios bien concebido”. Quedaban algunos años para que se promulgara la Ley de Memoria Histórica (2007). Otra historia.
“Pero todas las actividades humanas, aun las más nobles, son susceptibles de perversión. Como viejo profesor de Historia me preocupa que en el año que acaba de terminar esta ciencia siga siendo objeto de manipulación, y no raras veces se convierte en instrumento de propaganda, capaz de generar conflictos sangrientos (...) Había un sentimiento generalizado de desconfianza hacia los estudios históricos porque muchos los consideraban responsables del origen y desarrollo de los nacionalismos agresivos que tanto mal han traído al mundo”. Podría parafrasear subsiguientes consideraciones de Domínguez Ortiz, pero no sabría cómo. Así que, de nuevo entre comillas, copio aquí el final, obviando enjundiosas ideas sobre la prescripción moral de los sucesos; judíos y palestinos, Conquista o Entrega de Granada, moriscos y sefardíes: “Hagan todos como nosotros, que no reprochamos a los franceses el Dos de Mayo ni a los norteamericanos la Guerra del 98. Lo pasado, pasado está”.
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