La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
Cada vez que escucho el sintagma «el Gobierno estudia» me echo las manos a la cabeza y a la cartera. ¿Y qué estudian (¡qué cruz!) ahora? Subir los impuestos de los colegios privados y de la sanidad privada un 21%, según consta en el borrador de los Presupuestos Generales del Estado.
Centrémonos en los centros educativos, aunque mutatis mutandis lo mismo podría decirse para la Sanidad. Lo evidente es que aquí no es la economía, estúpido, al revés de lo que vendía aquel candidato norteamericano, y han comprado tantos por un ojo de la cara.
¿Cómo que no, si hablamos de impuestos? Pues porque también hay que contar que muchas familias, que ya están con el agua al cuello, no podrán aguantar este nuevo y enésimo tirón fiscal en tiempos de crisis y se llevarán a sus hijos a la enseñanza pública, generando un gasto extra al sistema, mientras dejan de pagar el IVA. Las familias que confían, en el ejercicio de su derecho constitucional de educar a sus hijos como desean, en los colegios privados suelen ser las que más impuestos pagan, incluyendo aquellos que van a financiar una educación pública que no usan. Ahogándoles, el Gobierno puede perder ese tocomocho tan lucrativo que les había colado. La patronal educativa advierte que se provocará más paro entre los profesores y quiebras de empresas, que repercutirían sobre la Seguridad Social. Para las cuentas públicas, como mucho, será lo comido por lo servido.
No obstante, ni la contabilidad ni el sentido de la justicia distributiva frenarán los planes del Gobierno, porque lo que quieren, bulímicos, es comerse el margen de libertad de las familias españolas. Naturalmente, la educación es una pieza esencial en su plan de adoctrinamiento, como describía brillantemente el columnista Hughes: "La unanimidad mediática produce el relato del presente, la Educación produce el relato del futuro y la Memoria Histórica manufactura el pasado".
Pero entre el dominio mediático y la escasa proporción de alumnos en la enseñanza privada, no parece que el adoctrinamiento sea un motivo perentorio de asediar a la privada. En realidad, suben los impuestos a la libertad, como si fuera un bien de lujo, que es lo que en la práctica empieza a ser, para desgracia de tantas economías familiares bastante ahogadas ya. Transmitir al subconsciente social que la libertad es cara, insolidaria e innecesaria es el objetivo prioritario.
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