La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La firma invitada
PARAFRASEANDO al ex presidente norteamericano Bill Clinton en la campaña electoral, tras la que derrotó a Bush (padre), no digamos, como él, "Es la Economía, imbécil", frase contundente que le llevó a obtener el apoyo de los norteamericanos en 1992. Digamos más apropiadamente en nuestro caso: "Es la Educación, imbéciles", así en plural, porque es plural la culpa del alarmante déficit educativo que sufre la sociedad española desde el advenimiento de la democracia.
Por conocidos, evitaré al lector los datos estadísticos internacionales sobre los resultados de los diferentes sistemas educativos "sufridos" por nuestros niños y jóvenes en estos treinta años. Sólo recordar que nos sitúan, año tras año, en los últimos lugares de las naciones desarrolladas.
Muchos pensarán que una democracia treintañera es una democracia consolidada, que ya ha superado viejos fantasmas del pasado, que camina con paso firme hacia objetivos más ambiciosos de bienestar social, de igualdades y derechos individuales. Pero eso, que debería ser así, y cuyos inicios hacían concebir serias esperanzas de que así fuera, en un indeterminado momento, ha dado un brusco viraje, un retroceso a tiempos y situaciones que creíamos en vías de superación.
Cuando, tras alguno de esos informes, leo y oigo en los medios de comunicación social, voces que claman por un "Pacto para la Educación", sé que nunca se producirá, para desgracia del país y sus ciudadanos. La razón de este pesimismo está en la misma base de nuestro sistema político. Quien piense que una democracia consiste en depositar una papeleta cada cuatro años en una urna, es que no ha pasado de los inicios del conocimiento político, no sabe de qué va esto en países con más experiencia democrática.
Esto, con un cierto aire a sistema democrático, es sencillamente una partitocracia.
Es decir, el gobierno de los partidos políticos, esos profesionales de la política, cuyo objetivo, a veces indisimuladamente único, es perpetuarse en el poder y eso sólo se consigue teniendo una ciudadanía poco crítica, conformista, sin criterio propio, en una palabra, un país de analfabetos.
Complemento ideal de lo anterior es hacer caso omiso de esas pocas voces críticas que aparecen en los medios, eso que en otro momento histórico se definió como cuarto poder y que ya es sólo una especie de conciencia de la sociedad, sin ningún resultado práctico.
Un paso más, hace tiempo iniciado por algunos partidos, es el adoctrinamiento. Generaciones enteras de jóvenes salen de ikastolas, inmersiones político/lingüistas, "formación del espíritu nacional". ¿O debo decir Educación para la Ciudadanía? Y otros "programas" similares, absolutamente convencidos de que aquello que han adquirido en su periodo formativo es la esencia de sus vidas, por lo que lucharán y defenderán, no sólo de una forma civilizada y democrática, sino, si fuera necesario, y en algunos casos, hasta llegar al uso de la violencia. Se trata de imponer su dogma sin respetar la libertad ajena.
La única posibilidad de combatir, esta vez de forma civilizada, este proceso, estaba en la familia, unos padres vigilantes y preocupados por la educación de sus hijos que no se dejan sustituir en su responsabilidades. Pero quien diseña el proceso también sabe dónde está su enemigo, quien puede echar por tierra una planificación tan sutil y completa su esquema desmembrando a la familia, sustituyéndola por otras formas de convivencia en grupo, menos "molestas", más afines.
Lamento decir lo que sigue, entre otras razones por tener hijos pertenecientes a esa generación, pero estoy convencido de que se ha perdido ya demasiado tiempo. Leo a responsables de centros de enseñanza quejarse amargamente de esos padres actuales, esa generación que ronda los cuarenta, cuyo déficit formativo es tan palpable, tan amplio, que solo salvo a las contadas excepciones que no hacen sino confirmar la regla.
Termino tomando algunas palabras prestadas que vienen a corroborar lo antedicho: "El déficit formativo de un alto porcentaje de progenitores es una realidad, en esta ciudad se nota mucho. Lo que necesita Cádiz es muchísima más educación, muchísima más formación" (Diego Jiménez - Director de Instituto Columela. Diario de Cádiz 14.06.09)
"Los sistemas educativos del País Vasco y Cataluña fomentan el desprecio, cuando no odio, a los símbolos españoles" (Editorial del Diario de Cádiz. 15.05.09)
"A mi lo que me parece urgentísimo y prioritario es un Pacto de Estado por la educación; ahí está el arranque del cambio de modelo" (Francisco Martínez-Cosentino. Empresario. Diario de Cádiz 14.06.09)
Y, además, esto se traduce también en los índices de desempleo de nuestra provincia: "Los jóvenes que no tienen Secundaria registran 17 puntos más de desempleo" (Diario de Cádiz. 15.06.09)
Somos conscientes del problema, pero no vemos la voluntad política de atajarlo, nadie con poder para hacerlo. No interesa.
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