Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Después de lo ocurrido en las elecciones de este domingo en Francia, casi me entran deseos de que hoy la selección nacional gala nos venza en la semifinal de la Eurocopa, como agradecimiento a la movilización que ha cerrado el paso a la ultraderecha en el país vecino. Y también, por qué no, por las palabras de algunos futbolistas como Mbappé, Dembelé y Koundé, que advirtieron primero del peligro y se alegraron después del resultado que aplaza de momento otra vez la llegada al poder de los intransigentes, de esos mismos que son incapaces de ver que la fuerza de su nación reside cada vez más en el vigor de la sangre nueva que aportan los que vienen de fuera.
Los portadores del odio, los privilegiados que se disfrazan de antisistemas para captar la frustración de tanto ciudadano, los que claman contra los políticos y llevan toda la vida viviendo de la política, los buscadores de enemigos externos, los salvapatrias han recibido de momento un freno feliz, o que nos hace momentáneamente felices a los llamados ingenuos que nos creemos las teorías que hablan de integración y concordia antes que de antiguas guerras de religión y de razas.
La felicitación a los franceses viene además por su forma de entender la política del Estado, ese concepto que casi inventaron ellos. Desde este lado sur de la frontera, resulta increíble la manera en que los demócratas de convicción, de derechas, centro e izquierda, incluso la considerada extrema izquierda, resolvieron unirse frente al enemigo de la República.
Llama la atención esa figura casi póetica que allí llaman el ‘desistimiento’, y que consiste en que candidatos con posibilidades en la segunda vuelta deciden retirarse de la lucha electoral y por lo tanto renunciar al posible escaño, para favorecer al que quedó en segundo lugar y concentrar el voto en contra de la ultraderecha.
En definitiva, en no pocos casos políticos muy de derechas se han retirado a favor de otros muy de izquierdas, y viceversa.
Esto que podría fácilmente definirse desde aquí como un ‘fenómeno’ extraordinario, y a la vez inconcebible en un país como el nuestro, revela un alto sentido de la política o, dicho de otra manera, un alto concepto de las necesidades de la nación, por encima de las personales y partidistas. O al menos así quiere creerlo un ingenuo irredimible como yo.
También te puede interesar
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Un nuevo siglo de las luces
Su propio afán
Más democracia
El pinsapar
Estado de euforia
Lo último