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Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Épica Vacía
Alto y claro
Cada año en torno al 28 de febrero la política andaluza recibe una especie de descarga de adrenalina identitaria que hace que durante unos días se envuelva en la bandera blanquiverde y que esta le sirva lo mismo para un roto que para un descosido. Es un fenómeno que sólo afecta a la política, entendida como el ecosistema en el que se mueven y encuentran su justificación los partidos, sus dirigentes y las propias instituciones. Para el común de los ciudadanos la cosa pinta de forma bien diferente: el 28 de febrero es un día impreso en rojo en el almanaque, lo que permite hacer planes y dibujar en el calendario uno de esos puentes más o menos largos, según los años, que son una de las grandes aficiones nacionales.
Ese chute de entusiasmo andalucista al que se suman sin dudarlo los políticos de uno y otro signo tiene manifestaciones tan diversas, por no salirnos de este 2025, como la campaña del PSOE por entronizar a Rafael Escuredo como Padre de la Autonomía para que compita con Blas Infante como Padre de la Patria –parece olvidarse que padre no hay más que uno– o la ceremonia de entrega de medallas y discursos solemnísimos que tendrá lugar mañana en el Teatro de la Maestranza, pasando por los desayunos de exaltación regional a base de pan con aceite que tiene lugar estos días en los colegios andaluces. El hecho de que la identidad de los hijos predilectos o el nombre de quien vaya a cantar el himno se guarden celosamente como un secreto de Estado da idea de hasta qué punto hemos construido una épica vacía y un punto infantil en torno a esta fecha.
Ahí, posiblemente, esté una de las claves que explican en lo que hemos convertido el Día de Andalucía. La celebración ha quedado absorbida por la parafernalia de Estado en miniatura hacia la que han evolucionado las comunidades autónomas, en la que lo simbólico actúa como una especie de pantalla que oculta la realidad. Cualquier autonomía que se precie, y Andalucía no es precisamente una excepción, sino todo lo contrario, es una pequeña corte de reminiscencias palaciegas cargada de oropeles para mayor gloria de los que están al frente de este juego.
Han pasado ya los tiempos, si es que alguna vez existieron, en los que las efemérides históricas servían para tomar conciencia de una realidad que no era precisamente de color de rosa y exigir un futuro mejor. En Andalucía sabíamos mucho de eso. Hoy nos conformamos con poner un festivo más en el calendario.
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