La España zafia

La aldaba

21 de febrero 2025 - 03:04

El magistrado de la Audiencia Nacional ha condenado a Luis Rubiales a una multa de 10.800 euros por el beso a Jenni Hermoso y a indemnizarla con 3.000 euros, pero le deja absuelto del delito de coacciones. Hace tiempo que opinamos (en el contexto de una España que no admite matices en ciertos debates) que en Rubiales han sido mucho más graves otros comportamientos. Más que por el beso, algunos queremos entender que se ha sentado en el banquillo el icono de la España zafia, tosca y grosera. Basta recordar que el tipo se llevó las manos a los genitales en un palco donde compartía fila de asientos con la reina Sofía y una Infanta. Una cosa es que la corrupción y la mala educación estén amortizadas en este país y otra que Rubiales no deje de ser una muestra evidente de la degradación de la vida pública que sufre la sociedad. Rubiales nunca debió llegar a presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Algo falla con estrépito cuando gente así alcanza determinados puestos. Puede ser la teoría de la ocupación de los nichos. Los huecos existen, están ahí. Son conquistados por incompetentes si los competentes no dan el paso. La condena de Rubiales es una lección para el que quiera interpretarla. Las groserías, la prepotencia, las conductas invasivas y la desfachatez nunca salen gratis. Pero es que había que haberle parado los pies mucho tiempo antes. ¿Por qué no ocurrió? Porque se han normalizado muchos comportamientos chuscos. Y en demasiadas ocasiones ni nos damos cuenta del nivel de permisividad que hemos desarrollado con los dirigentes públicos, entretenidos en prácticas de dudoso gusto o directamente ilegales mientras el mundo cambia a una velocidad de vértigo y nadie parece estar preparando las soluciones a los nuevos desafíos, lo que supone el perfecto caldo de cultivo para los populismos. Rubiales no irá a prisión, pero la España zafia sale condenada en un proceso donde lo único positivo es que todos presenciamos los hechos. Y, por tanto, todos nos hemos podido formar una opinión propia sobre las trascendencia de la agresión. El caso Rubiales es más que el de un beso no consentido, aunque haya sido el beso el que ha logrado el juicio público y la condena. Recuerden que un error administrativo acabó con la carrera de Ángel María Villar como presidente de la Federación Española de Fútbol cuando parecía consolidado como cargo vitalicio. Siempre fallan los controles previos, máxime en el muy opaco mundo del fútbol. La sociedad necesitaría de continuos triajes. Qué tiempos aquellos del clásico que predicaba inocente: “El poder solo se obtiene de la virtud”.

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