Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Quousque tandem
El daño que los excesos nacionalistas de vascos y catalanes han hecho a la convivencia en España parecen irreversibles. Hoy, todo se analiza en clave separatista. Nada se quiere entender como ajeno a un problema que otros nunca hemos sufrido. Salirse de la estrecha vía del nacionalismo español es, sin más, convertirse en separatista. Y así, han saltado los adalides de las esencias patrias porque la Junta de Andalucía y la Fundación Rojas-Marcos han firmado un protocolo con el objetivo de estudiar, proteger y divulgar el habla andaluza. Han salido en tromba de la tumba del Cid, con intención de oponerse a todo lo que no encaja en su limitadísima visión de lo español. Y me refiero a todo; historia, símbolos, idioma y hasta a los acentos.
Al hilo de esto, me decían que la bandera andaluza es una invención. Cómo todas. La rojigualda la eligió Carlos III entre doce diseños y la republicana surgió de la idea de unos concejales madrileños que, tras la Gloriosa, propusieron añadir el morado del pendón carmesí de Castilla. Da igual quién, cómo o cuándo inventó un símbolo si nos identifica.
El presidente Moreno Bonilla está tomando acertadas decisiones al hacer de todos lo que, por complejo y desidia, se dejó que fuera patrimonializado por la izquierda. Sea la bandera andaluza o el orgullo de región. Y lo que busca ahora es salvaguardar el habla. Los giros, el riquísimo vocabulario y la musicalidad de los acentos. No se trata de transcribir un español caricaturesco como exigen los radicales del andalucismo más febril. Son hermosas formas de hablar, no de escribir –aquí siempre hemos escrito divinamente– tenidas por incultas y que fueron siempre motivo de mofa. No olvidemos que casi todas las chachas del cine y la televisión hablaban con acento andaluz. Algo curioso en una industria audiovisual que siempre ha usado un español muy neutro.
En Andalucía, con todas sus variantes, hablamos andaluz, que es el español de Andalucía, como el castellano es el español de Castilla. Así puede leerse, desde siempre, en el Diccionario de la RAE. Ya escribía Covarrubias, a principios del XVII, en su Tesoro de la lengua castellana o española que “Dialecto, lo que es particular en cada lengua, y propio suyo, por donde distinguimos el Castellano viejo, y nuevo, el Andaluz y los demás, que aunque hablan un mesmo lenguage Castellano, tiene alguna manera de pronunciación, y formación de vocablos, en que nos distinguimos unos de otros”. Y no hay más, salvo para quien necesite creer en oscuras conspiraciones.
También te puede interesar
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Crónica personal
Pilar Cernuda
Felipe VI: su mejor discurso
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Lo último