El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Con la venia
LO peor que le podía pasar a Cádiz es que se perdiese la espiocha del monumento del Tío de la Tiza. Desde el primer momento era obvio que un objeto así puesto en medio de la calle corría el riesgo de sufrir el vandalismo habitual en el espacio público español. Era un claro candidato al expolio. Afortunadamente fue arrancado pero pudo ser recuperado, a diferencia del busto de Rubén Darío o el cuadro de Los Mojosos. (Este Ayuntamiento tiene una extraña propensión al extravío). No sabemos qué solución se le va a dar pero cualquiera que consista en volver a colocarla junto al monumento tendrá una clara vocación de que alguien no solo la arranque sino que se la lleve.
Cuando se descubrió el busto, las bromas eran tan obvias que no tenían ni gracia: la aversión de los gaditanos al trabajo en todas sus formas y secuelas. Los líderes de tal argumentación fueron siempre el Yuyu y Tony el del Burguer, con la salvedad de que el primero, al menos , lo hacía con gracia. El asunto es que esa idea de "trabaja porque no es de Cádiz", el gaditano flojo y demás resulta chocante dicha por gaditanos, no sabemos si es fruto de la experiencia o una manera de sacar provecho del tópico. El caso es que de una palabra de un tango el asunto terminó en una herramienta puesta en un monumento, de ahí al chiste y a la realidad, que supera siempre a la ficción. La catarata de chistes fáciles y de bromas de todo tipo colocadas en redes sociales y, supongo, monólogos, ha sido de tal magnitud que es difícil glosar algunos ejemplos. A mí me llama la atención la frivolidad de quien diseñó el monumento, la simpleza de poner un pico porque en el tango del Tío de la Tiza se hace mención a la espiocha (¿por qué no se puso una suegra?) y la falta de previsión del Ayuntamiento al colocar en un lugar público de mucho trasiego un monumento con un objeto al alcance de cualquiera. El resultado era previsible. A muchos les ha parecido gracioso que desaparezca precisamente la herramienta. A mí me parece bochornosa la manera en la que algunos ciudadanos se relacionan con los lugares públicos y con los objetos de propiedad pública. Esa es España: el país del ruido, del que arroja la basura a la calle, el de la falta de respeto al vecino, de la gente que evade impuestos, de quien hace obras sin licencia, el de los que paran en medio de la calle a cargar y descargar sin pensar en el prójimo, donde prevalece en los lugares públicos la ley del más maleducado. De todo eso sí es un símbolo la espiocha.
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