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Se ha hablado mucho sobre la estampa supuestamente blasfema –o más bien estúpida– que la oronda Lalachús mostró con su compadre Broncano durante la retransmisión de las campanadas de Nochevieja. Todo debería quedarse en una simple broma idiota si no fuera porque detrás de esa estampita se oculta –o mejor dicho, se exhibe– una forma descarada de hacer propaganda a favor de la ideología gubernamental (ya saben: progresismo, laicismo, irreverencia, diversidad, heteronormatividad y todo eso). Vale, vayamos al grano.
Primero de todo, hay que plantearse que la estampita se exhibió en una televisión pública pagada con dinero de todos, católicos y ateos y musulmanes y budistas y gnósticos y hasta raelianos. Y se supone que una televisión pública debería respetar un mínimo de neutralidad en cuanto a sus bromas o sus chistes. Por supuesto que debe imperar por completo la libertad de expresión, pero uno se pregunta si la broma de la oronda Lalachús se habría recibido con tanta alegría y tanta permisividad si fuese dirigida contra los musulmanes (recordemos el atentado islamista de 2015 en París contra los dibujantes de Charlie Hebdo, del que la oronda Lalachús no debe de tener ni idea), o bien contra los inmigrantes ilegales o contra cualquier otro colectivo que esté en peligro de ser estigmatizado (los LGTBI, los trans, los disminuidos psíquicos, por ejemplo). ¿Se aceptarían en este caso las bromitas y los jijijí jajajá generalizados? ¿Se pediría un absoluto respeto a la libertad de expresión? ¿O por el contrario se reclamaría un castigo implacable contra los infractores por incurrir en un delito de islamofobia o de xenofobia o de incitación al odio? Buena pregunta. Y cualquier persona inteligente –¿queda alguna?– puede saber inmediatamente la respuesta.
Y en segundo lugar, es fácil imaginar que este tipo de bromitas irrespetuosas están sentando un precedente que podrá ser utilizado por otros partidos si en el futuro cuentan con el poder absoluto en la televisión pública, tal como ocurre ahora con el gobierno de Pedro Sánchez. Siguiendo el ejemplo de Lalachús, cualquier bufón al servicio de la derecha o la extrema derecha podrá hacer lo mismo que ahora han hecho los bufones al servicio del sanchismo. Es algo evidente y que cae por su propio peso, dicho sea sin ánimo de señalar a nadie.
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