El eterno piano de Felipe Campuzano

El Palillero

07 de marzo 2025 - 03:03

Puede que Felipe Campuzano le diera a Cádiz más de lo que Cádiz le dio a Felipe Campuzano. Aunque lo principal que le aportó su tierra de nacimiento y devoción fue inspiración. En su muerte, se ha decretado un día de luto oficial. Un día para una vida, en la que Cádiz fue el origen de su música. Quizás su fallecimiento no ha tenido la relevancia que se merecía. En los últimos años, vivía en Marbella. Sin embargo, en su obra y en sus actuaciones, Cádiz fue la musa de su música. Supo combinar la calidad con la popularidad, desde Andalucía espiritual hasta la composición del Te estoy amando locamente de Las Grecas, de la que vendieron medio millón de discos. Piano rima con Campuzano. Y su piano era gaditano, que también rima con naturalidad y con la realidad de su vida.

Hasta para morirse hay que tener suerte. Hay fechas muy malas. Si te mueres en agosto, muchos no pueden ir al entierro. Si te mueres en la semana de Carnaval (es la primera de Cuaresma, que empieza el Miércoles de Ceniza) la gente está distraída con otras cuestiones. Eso de la mala suerte para morirse lo escribió Antonio Burgos, al que ayer le dedicó un homenaje necrológico la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Ayer, en Sevilla, era primer jueves de Cuaresma; y en Cádiz también.

Precisamente el Carnaval y la Semana Santa estaban en la aportación gaditana de Felipe Campuzano. Fue pregonero del Carnaval en 1982, junto a Pedro Romero, con el que colaboró como músico. Y, como suele pasar cuando llega alguien de relieve al Carnaval, le dieron un cajonazo. También colaboró en el Pregón del Carnaval de 1997 de Antonio Martín, actuando junto a Rocío Jurado. Pero Felipe era un músico que excedía lo carnavalero. Su universo musical era más amplio.

Al ser hoy primer viernes de Cuaresma, también se debe recordar su aportación a la Semana Santa gaditana. Su piano sonó algunos años en la calle Nueva, en la noche alta del Jueves Santo (ya madrugada del Viernes Santo), cuando pasaba el Nazareno en su recorrido hacia el barrio de Santa María. Piano que sonaba antes de las saetas, y formaba parte de un mismo sentimiento. Y que tocaba para el Cristo del Perdón, cuando el sol ya despuntaba, y se acercaba a su barrio del Pópulo, en el regreso hacia la recogida en Santa Cruz.

Aquel piano de Campuzano era gaditano. Parece un ripio malo (y lo es), pero también es una verdad incontestable. Era un pianista con una sensibilidad especial, en cuya música se intuía el mar de Cádiz, con el eco lejano de una caracola perdida, que ya sólo evocará viejos recuerdos.

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