La Rayuela
Lola Quero
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Alto y claro
LA situación en Europa empieza a ser altamente inflamable. Los resultados de las elecciones del pasado día 9 han contribuido a aumentar la inestabilidad en un escenario que ya era tremendamente frágil. El triunfo de la extrema derecha en Francia y la fulminante convocatoria de elecciones por parte del presidente Macron, el segundo puesto obtenido por Alternativa por Alemania y el reforzamiento de la posición de Meloni en Italia dibujan un mapa en el que parece claro que sale perdiendo el concepto de Europa tal y como estaba concebido por la UE y se abre paso un populismo cargado de peligro. España, la cuarta economía de la zona euro, sigue siendo una excepción. La extrema derecha crece e incluso le sale un apéndice todavía más radical a su derecha, pero la fuerza del PP, convertido en el gran partido de la moderación y de las clases medias, logra ponerle límites y el PSOE se mantiene como bastión casi exclusivo de una socialdemocracia que no encuentra su espacio en el nuevo mundo.
Este avance populista se produce en medio de un polvorín mundial. Pero también tiene su origen en esa misma inestabilidad internacional. Nadie contempla ya otra solución para la guerra de Ucrania que no sea un acuerdo que satisfaga que las apetencias territoriales de Putin y que saque a Zelenski de la escena. Las dos grandes incógnitas que se abren es cuándo pasará eso y si occidente a tener la fuerza de persuasión necesaria para que el autócrata zarista se quede ahí y no haga nuevos movimientos que comprometan a países que estén dentro de la UE y de la OTAN.
En medio de este polvorín, Bruselas tiembla ante una probable victoria de la Marie Le Pen en las elecciones francesas del día 30 y le entran sudores fríos cuando ve el firme camino de Donald Trump hacia la Casa Blanca, donde tiene previsto su aterrizaje en noviembre. Justo lo contrario de los sentimientos que deben existir en el Kremlin. En la partida de póquer que es ahora mismo la geopolítica mundial Putin lleva las cartas ganadoras y va a utilizarlas a fondo. También le favorece la torpeza con la que la UE se maneja en sus relaciones con China. La guerra de aranceles que ha iniciado por los coches eléctricos puede ser un episodio menor, pero señala unas tensiones que a Europa no le convienen en estos momentos.
Soplan malos vientos en Europa. La carrera armamentística está ya en marcha y hay más de un país reintroduciendo la mili obligatoria. Parece que no pasa semana sin que demos un paso hacia el abismo. Europa da miedo. Para echarse a temblar.
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