La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La tribuna
LA vida y sus azares no dejan nunca de sorprendernos. La probabilidad de ganar la Lotería Nacional es de 0,0000016%, algo que a todos seguramente nos parece una cantidad ridícula, lo que no quita que semana tras semana el Estado haga su agosto vendiendo décimos. Es casi tan probable como morir aplastado por un meteorito -0,0000014%-, pero menor que partido por un rayo - 0,00016%-; sin embargo, nadie piensa en esto último. Porque casi nunca pensamos que nos pudiera tocar a nosotros. Siempre es a otro, al vecino, al desconocido que salta de alegría ataviado con un gorro ridículo de Santa Claus comprado en el chino del que cuelgan dos trenzas amarillas. Hasta el día que te toca.
El azar de la vida te puede venir en forma de cáncer, en forma de automovilista despistado o escalón resbaladizo, pero también de radical árabe mientras visitas un museo o piloto depresivo en un vuelo a Alemania. Nada de lo anterior es buscado o deseado, pero llega, ante nuestro estupor.
Muchos operadores jurídicos - así llamamos a las personas vinculadas al quehacer diario en los juzgados y tribunales- hemos venido denunciando el uso instrumental de las denuncias de violencia de género en los procesos de Derecho de Familia, algo que el Estado, a través del CGPJ, pretendió desmentir afirmando que sólo se detectaban un 0,01% de tales casos al año, casi la misma probabilidad que viajar en un avión con el piloto borracho. Sin embargo, en la práctica diaria de abogados y peritos siempre advertimos a nuestros clientes que esa posibilidad es uno de los escenarios posibles y les enseñamos a protegerse de la mejor manera que podemos. Los automatismos de la Ley, con la detención e ingreso en el calabozo inmediatamente del denunciado, la posibilidad de la interposición de una orden de alejamiento y, especialmente, el traslado a un Juzgado de Violencia del procedimiento de divorcio es el beneficio inmediato buscado. Y luego, si todo se archiva, aquí paz y después gloria.
El ex ministro de Justicia y actualmente eurodiputado Juan Fernando López Aguilar comienza a conocer de qué estoy hablando. El ministro bajo cuyo mandato se aprobó esta Ley ha sido denunciado por violencia contra su ex pareja. En su comunicado de prensa, afirma que es objeto de una denuncia falsa. No duda en repetir que los hechos denunciados faltan a la verdad, que ha sufrido amenazas, ataques a su honorabilidad y credibilidad, que personas del entorno personal y familiar de su ex mujer han decidido declarar contra él ante las investigaciones de la Policía y que todo ello es una estrategia inscrita dentro del procedimiento de divorcio en el que se encuentra.
Nada de lo anterior me sorprende, porque lo que le está ocurriendo es precisamente lo que yo - como miles de profesionales en todo el territorio- vivimos día a día, con una frecuencia que se escapa a los cálculos del CGPJ. A lo anterior se suma el uso de los hijos menores como arma arrojadiza, un objeto de estudio en mi carrera profesional y un argumento que negó hasta el hartazgo el Gobierno del que formó parte el arriba citado.
En momentos tan aciagos como los que ahora le toca vivir sólo puedo recomendarle que se rodee de buenos profesionales y que no olvide que aun en la adversidad es un privilegiado. Al ser aforado ha evitado pasar la noche en el calabozo, como han hecho decenas de miles antes que él por el mero hecho de estar denunciados. Para las horas de soledad que aún le quedan por vivir, tal vez como lectura le sería interesante el último informe sobre violencia de pareja publicado recientemente en Estados Unidos, como recopilatorio de tres años de trabajo de un grupo de 42 académicos de 20 universidades y centros de investigación que ha concluido, una vez más y ya van decenas, que lo que se afirma desde la doctrina política sobre la violencia de género no es cierto y que hay que enfrentar cambios en su abordaje.
El Proyecto sobre el Estado del Conocimiento del Abuso en Pareja (PASK, por sus siglas en inglés) afirma, tras revisar más de 1.700 estudios publicados sobre este asunto, que la mayor parte de la violencia doméstica es mutua, que las mujeres son tan controladoras como los hombres, que la violencia doméstica de hombres y mujeres está correlacionada con los mismos factores de riesgo y sus motivaciones son similares en ambos casos. Algo que desmonta el tinglado que con tanto esfuerzo levantó el Gobierno del que formó parte.
Aun así, no puedo terminar este artículo sin señalar que el caso del ex ministro es de suyo singular y, de algún modo, matemáticamente aterrador. Si, siempre según el CGPJ, la probabilidad de sufrir una denuncia falsa en un asunto de violencia de género es de 0,01%, en su caso, que ha sufrido dos como él mismo ha informado, debemos considerar que esa probabilidad es 0,01% x 0,01%, es decir, 0,00000001 o 0,000001%. Estamos, sin lugar a dudas, ante una imposibilidad cósmica, un extraño hecho digno de ser investigado con tesón y sin escatimar esfuerzos porque, no me cabe la menor duda, no hay nada que muestre con mayor rotundidad el fracaso de un sistema judicial que el hecho de encarcelar a un inocente. Y el citado lo es, hasta que se demuestre lo contrario.
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