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Andalucía no necesita ni una competencia más. Quizás todo lo contrario. Si le rebotara alguna al Estado lo mismo aumentaba la eficacia en la gestión de las que no tiene la obligación de administrar. A cuenta del nuevo follón que se ha armado con Cataluña por la cesión de las de inmigración, el PSOE que ahora dirige María Jesús Montero ha propuesto que el Gobierno de Juanma Moreno haga lo propio y reclame para sí el control de fronteras y la posibilidad de expulsar a las personas que entren irregularmente en el territorio de la comunidad autónoma. No hay que ser un lince para ver detrás de esta pretensión una trampa de principiante para diluir el efecto político de una nueva cesión, y no pequeña, por cierto, a la estrategia del independentismo de conseguir la secesión por la vía del desmontaje total del Estado en Cataluña. Un camino que, convendría no olvidarlo, empezó en 1996 cuando José María Aznar con tal de ser presidente del Gobierno puso encima de la mesa todo lo que le reclamó Jordi Pujol, que no fue poco. No sé si les suena la música.
Como la maniobra es muy burda se da por hecho que Juanma Moreno ni se va a molestar en considerarla. Pero no está de más recordar que con el Estatuto actual Andalucía desarrolla un montón de competencias que le ponen por encima de muchos modelos federales. El problema de Andalucía no es de número de competencias sino de cómo gestiona las que tiene y ahí los márgenes de mejora son amplísimos. Del Gobierno regional dependen la sanidad, la educación y los servicios sociales, que son las áreas que más inciden en la calidad de vida de los ciudadanos y que, hoy por hoy, no satisfacen ni de lejos las demandas de los usuarios, sobre todo en lo que se refiere a la asistencia sanitaria. Pero también depende de la Junta, de forma directa, la principal industria de la región que es el turismo y tiene a su disposición no poco dinero para emplearlo en instrumentos de promoción económica y de atracción de inversiones.
Si todo esto se hiciera bien, Andalucía tendría una pista de despegue inmejorable para progresar y para mejorar sus niveles de bienestar sociales y económicos. Si seguimos a la cola en casi todo es porque la autonomía no ha hecho los deberes como tendría que haberlos hecho. Ni los que estuvieron antes casi cuarenta años ni los que ahora ya llevan casi siete. El problema no ha sido de falta de competencias, sino más bien de falta de competencia de los que han gobernado.
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