La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
Estamos pendientes de las declaraciones de Aldama. El maremoto mediático está traspapelando el papelón de Feijóo, que declaró que Teresa Ribera no podía ser vicepresidenta de la Comisión Europea. Con estas contundentes palabras: «Hemos defendido y seguiremos haciéndolo hasta el final que quien ha demostrado ser una mala ministra, no sólo ahora, pero especialmente en estos momentos de emergencia nacional, no merece ser premiada ni promocionada en ningún sitio y menos nombrada vicepresidente de todos los europeos». Sin embargo, el PPE, grupo de Feijóo en Europa, va a votar a Teresa Ribera como vicepresidenta.
O sea, que Feijóo ha fracasado… hasta el final. Y eso es importante, incluso en mitad de la tormenta testifical de Aldama, porque muestra a un líder de la oposición con una inoperancia constituyente, al que Sánchez va ganando, una tras otra, las más arriscadas refriegas contra todo pronóstico. Sánchez, frente a Feijóo, es capaz de darle la vuelta hasta al caso Aldama. Con Ribera, Feijóo se ha dejado robar la tostada. ¿Cómo es posible?
La primera opción solivianta: que Feijóo haya estado faroleando desde el principio. Sabe que, por el juego de votos, el PP español puede votar en contra de Ribera para salvar las apariencias, mientras que el PP Europeo confirma su pacto con los socialistas. Feijóo habría hecho un paripé.
La segunda opción preserva al menos la moral de Feijóo, aunque no su prestigio. Ha intentado oponerse al nombramiento de Ribera. Pero luego ha resultado incapaz de convencer a sus socios europeos en un tema de vital importancia para la dignidad nacional y la depuración de responsabilidades, así como para el ejercicio mínimo de su oposición. Si fuera el caso, Feijóo sería irrelevante incluso en su propio grupo.
Para ambos supuestos, el mismo corolario. No tendría que haberse puesto tan campanudo con la exigencia de responsabilidades a Teresa Ribera antes de tener bien atado el rechazo europeo. Por no oponerse a Ribera, le habríamos criticado los pocos de siempre, es verdad, pero no habríamos visto todos –empezando por Sánchez y acabando por los suyos– su nulidad. Ahora se puede concluir que Feijóo no rula.
Esto, volviendo a Aldama y a un gobierno presunta y completamente sumido en la corrupción, no nos da demasiadas garantías. ¿Ejercerá Feijóo la oposición firme y recta que exigen las circunstancias? Los precedentes nos inducen a abandonar toda esperanza.
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