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DE POCO UN TODO
ESTOY siendo muy crítico con la gestión económica del Gobierno y lo he sido siempre con las poses centristas de Alberto Ruiz-Gallardón, pero aquí vengo a quitarme el sombrero ante el ministro de Justicia y, de paso, ante la primera medida anticrisis de calado del Ejecutivo. Hablo de la promesa realizada por Gallardón de deslegalizar el aborto eugenésico, el que permite la eliminación de la vida humana intrauterina con cualquier minusvalía.
Que sea una medida anticrisis es de una importancia muy secundaria. Lo más importante es que atajará un horror literalmente nazi. Desembarazarse (un 88 % de los casos detectados de síndrome de Down se abortan) de los fetos enfermos es una bestialidad. Tenían razón los izquierdistas Pasolini y Bobbio en escandalizarse de que la izquierda, que presume de ponerse de parte del débil, amparase este atentado contra los más débiles de los débiles. Lo explica inmejorablemente Gallardón: "No entiendo que se desproteja al concebido, permitiendo el aborto, por el hecho de que tenga algún tipo de minusvalía o de malformación. Me parece éticamente inconcebible que hayamos estado conviviendo tanto tiempo con esa legislación. Y creo que el mismo nivel de protección que se da a un concebido sin ningún tipo de minusvalía o malformación debe darse a aquel del que se constate que carece de algunas de las capacidades que tienen el resto de los concebidos".
Pero dicho lo esencial, fijémonos en lo accesorio. Para empezar, en la inteligencia táctica del planteamiento. De todos los supuestos del aborto, éste es el más discriminatorio y, a la vez, el menos falso. Los otros (riesgo psicológico, sobre todo) son en la abrumadora mayoría de los casos una burda coartada. Denunciando la evidente inmoralidad del aborto eugenésico, queda automáticamente al descubierto la impostura de los demás supuestos. En este sentido, aciertan las organizaciones provida al hablar de cambio histórico, aunque estadísticamente afecte a una minoría de abortos.
Por último, es una medida anticrisis de verdadero calado. Contribuye a la imprescindible regeneración ética del país, que es urgente, apostando por los derechos humanos, por la piedad y por el valor supremo de la persona. Y contribuye también a una mejora estrictamente económica. No es extraño que nuestros prestamistas desconfíen de que España pague sus enormes deudas en el futuro porque nuestra pirámide poblacional es un decadente rombo inestable. La Hacienda pública, para generar confianza, requiere sociedades que miren con esperanza al porvenir y apuesten por la vida. El aborto dinamita desde dentro esa esperanza.
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