Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Cuarto de muestras
No la judicatura, sino los jueces, cada juez (aquellos que admiro incluso cuando no me dan la razón). No la fiscalía, sino los fiscales, cada fiscal (esté a mi lado o enfrente). No la abogacía, sino los abogados, cada abogado. No los hombres, sino cada hombre. No las mujeres, sino cada mujer. No los amores, sino el amor. Sí, todos siendo uno, cada uno por sí mismo y para los demás. Uno, con los demás y entre los demás. Esa singularidad necesaria, para mí imprescindible, no es por huir de injustas generalidades sino porque la experiencia me enseña que, en cada grupo que se crea, hay buenos, malos, regulares y pésimos ejemplos.
La rareza de este tiempo actual es que, quienes ostentan un cargo representativo, lejos de moverse por la ejemplaridad como fundamento de su representación, convierten su puesto en una vergonzosa trinchera, llámese escaño, jefatura o presidencia. Lo hemos visto en el futbol, en la política y, ahora, desgraciadamente y para mayor deshonra, en la justicia. Se sirven de lo que han de servir.
Cuando hablan de la fiscalía yo no veo al fiscal general del Estado con las puñetas sucias de servilismo y la toga de un negro más terco que un luto antiguo. No veo esa expresión suya entre naif y taimada. No, cuando se habla de Fiscalía veo al “Zorro Blanco” que era el fiscal jefe cuando yo empecé a ejercer con su integridad más impoluta que su pelo. Veo a los fiscales con los que celebro todos los días juicios con su entrega, su conocimiento y su disposición a hacer bien las cosas. Veo a una mujer que, con una delicadeza extrema, sostiene la acusación de forma exquisita e imbatible. Veo a profesionales con nombres y apellidos que estudian y mejoran la calidad de la justicia que, como cualquier calidad, siempre empieza por abajo y no por arriba, por los forros y no por la apariencia de unos decorativos botones dorados que algunos modistas ponen sin su correspondiente ojal. Veo que muchos hacen filigranas para llevar adelante sus guardias, sus juzgados, sus juicios y sus familias. Como hacemos todos. También veo que hay cosas que mejorar, mucho por hacer en los asuntos civiles y de Familia.
No, cuando pienso en los fiscales, no veo su desprestigiado órgano de gobierno. Veo la emocionante defensa del Estado de Derecho que realizaron los fiscales del procés. No veo intereses políticos ni servilismo ante el poder político sino servicio a la justicia, a la democracia y a la separación de poderes. Veo con tristeza que quien representa a la ley no debería desacreditar a quienes de verdad la defienden.
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