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Pregunta retóricamente Pedro Sánchez que quién va a pedir perdón al fiscal general del Estado por haber sospechado de él. Creo que no lo hará el Tribunal Supremo, que es el que lo mantiene imputado y lo investiga como presunto culpable de un delito de revelación de secretos. Tampoco es previsible que lo hagamos los periodistas que hemos empleado ríos de tinta y horas de tertulia –palabras de Sánchez– en informar u opinar sobre el caso.
Porque no es un caso cualquiera. Porque lo instruye el máximo órgano de la Justicia y afecta al máximo representante del ministerio público, al que la Constitución ordena velar por la legalidad, los derechos de los ciudadanos y el interés público. No es el presidente del Gobierno quien ha de decidir que el informe de la Guardia Civil informando de que el móvil del fiscal general no tiene un solo mensaje enviado o recibido en la semana en que se produjo la famosa filtración conlleva el archivo de las diligencias contra Álvaro García Ortiz. Es el Tribunal Supremo. ¿Y si el Tribunal Supremo considera demasiada casualidad que haya cero mensajes precisamente en los días en que tuvo lugar la ilegal filtración, como si el investigado los hubiera borrado a propósito? No parece una hipótesis descabellada.
La misma Guardia Civil (UCO) complementa su trabajo ordenado por el Supremo con el testimonio de Juan Lobato: los datos del novio de Ayuso se filtraron también, antes de salir en los medios, al secretario de Estado de Comunicación, al jefe de prensa del PSOE y a la jefa de Comunicación del Ministerio de Vivienda. ¿Una cadena de casualidades?
Atribuyo a la desesperación propia y el cerco ajeno (jueces y prensa) las grietas crecientes en el argumentario del poder. Es que las malas noticias no paran. Las confesiones y declaraciones de Ábalos y Koldo resultan inconsistentes ante los informes y las pruebas de la Guardia Civil. Burlarse de Aldama no sirve para desmontar algunas de sus denuncias ni para sepultarlo en un imposible papel de corruptor sin corruptos que se autoinculpa sin cómplices que compartan su delito y su culpa. El panorama nacional se está poblando de indignados cargos socialistas expuestos a abrasarse las manos por negar tan pronto y atolondradamente varias denuncias de Aldama (la ministra Montero, la ex ministra Maroto, la dirigente Peña).
Se lo recomendé el primer día: no neguéis sin pensar lo que diga el corrupto. Quizás no todo sea verdad, pero ¿y si algo sí lo es?.
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