yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Mejor, como en Macondo
Su propio afán
Cuenta María Kodama que telefonearon a su marido Jorge Luis Borges desde Suecia para susurrarle que no ganaría el Nobel si recibía un doctorado honoris causa por una universidad del Chile de Pinochet. Borges contestó: «Hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar y dejarse sobornar». Fue a Chile. El Nobel no lo ganó. Y siempre me impresionó el quijotismo de la escena.
Sin embargo, hasta ahora no había caído en la hermosura simétrica de la frase. De las dos cosas que un ser humano no puede hacer, la primera es sobornar. No dejarse sobornar va después y de suyo. Pero el que soborna está insultando gravemente al otro, porque no sólo le dice que tiene miedo, sino que tiene precio.
Me lo ha recordado el juego que el Gobierno de Pedro Sánchez y, en concreto, Carmen Calvo está dando a la fiscalidad sobre los bienes de la Iglesia. Habrán leído la secuencia de los acontecimientos. El Nuncio del Vaticano en España, Renzo Fratini, ha comentado que con tanta exhumación y memoria histórica han terminado resucitando [sic] a Franco, y que hubiese sido mejor dejarlo estar. Eso ha sentado fatal a Carmen Calvo que ha anunciado «una respuesta contundente». Y la ha dado. Porque ha confirmado a renglón seguido que el Ejecutivo trabaja ya en la revisión de la fiscalidad de la Iglesia.
"Fiscalidad" es una palabra terrorífica, y aún más, si cabe, en estas fechas. No contenta con eso, Calvo ha insistido: "La Iglesia tiene que pagar impuestos como lo hace en Francia o Italia porque es justicia social". Ojo, que "justicia social" tampoco son dos palabras muy tranquilizadoras.
Habrá quien diga que el tema de la fiscalidad de la Iglesia lleva mucho tiempo en el alero y que ha sido una simple coincidencia temporal. Lo cierto es que el chantaje siempre tiene que jugar por la zona de sombra. No puede ser demasiado explícito porque se le iría la fuerza por la boca. El mismo hecho de que el asunto esté en el alero es bastante sospecho de cierto aleteo de aquí para allá.
Más allá de Franco, de Carmen Calvo Poyato y de las declaraciones del Nuncio, tampoco resulta exquisito que el Ejecutivo saque a relucir la fiscalidad y, encima, la justicia social cuando está tan contrariado. No es el momento. Es un arma demasiado potente y los recursos y la información de Hacienda son muy anchos y profundos como para permitirse la mínima sospecha de ninguna posibilidad de uso partidista o condicionado.
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