El Palillero
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LA verdad es que es necesario más que nunca poner límites a los brasas, a los egoístas que vampirizan nuestro tiempo libre y, cómo no, a los rompeagendas, que son como se denomina a los abusones en los cursos de habilidades directivas. Hay quebrantahuesos como hay quebrantaagendas, con menos plumas pero casi con más pico y muchas más garras. Hay un periodista andaluz con vocación emprendedora, Mario Niebla del Toro, que remite invitaciones a los selectos actos que organiza -que son multitud y hay tortas para estar en ellos- con una coletilla genial. Invita a un desfile de moda, a una merienda de cuaresma, a la inauguración de una joyería o a la entrega de unos premios para influencers con todo lujo de detalles sobre el sitio, la hora y la etiqueta e incluye -he aquí la clave- una súplica final que es muy de reveladora del momento social que nos ha tocado sufrir: “Si no puedes asistir, ruego no contestar a este mensaje con los motivos que sean”. Es la forma de solicitar que no se ofrezcan excusas huecas o que no se desvele parte de esa vida cotidiana (real o forzada) que mucha gente difunde para exhibir una intimidad que nunca debería dejar de serlo. En el fondo es como el niño al que el profesor preguntaba si había hecho o no los deberes. ¿Sí o no? “Es que me puse malo”. “Es que me dejé los cuadernos en el aula”. “Es que...”. Con las invitaciones que se reciben ya de adulto ocurre cuarto y mitad de lo mismo. Hay gente que aprovecha la mínima ocasión para justificar una ausencia y aprovechar para vender esa anhelada normalidad. Priman los que están deseando presumir de padres responsables. “Perdona, pero tengo la graduación de mi hijo. Ha terminado el doble grado”. “No puedo, es que recogemos a Tatiana en el aeropuerto, que viene de Erasmus”. “Lo siento, nos vamos con mis suegros a la finca, que son sus bodas de oro”. “Tenemos a la chica en casa, que viene de Irlanda”. Ninguna excusa es por ayudar a un amigo a realizar la mudanza, colocar los espiches del pisito en la playa, ordenar el trastero o ayudar al crío a coger el hábito de estudio. Todas llevan aparejada la necesidad de hablar de uno mismo y, por supuesto, de revestirse de un estúpido postín. Con el no también se educa, reza el título del libro, y con el no también se responde. Incluso con el silencio, que es lo que clama Niebla del Toro para evitar que le frían la testa con la vida cotidiana ajena. ¿Acritud? No, exceso de personal al que afecta el narcisismo de una clase política que ha convertido lo cotidiano en relevante para humanizarse... y manipularnos. Y la gente mimetiza esos usos. El otro día sufrimos a uno que dijo: “Ya es oficial, hemos dado de alta a la muchacha que nos hace la casa”. ¿Oficial? Antes se decía que era culpa del programa Aquí hay tomate. Hoy debe ser culpa del sanchismo.
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