El pinsapar
Rehenes
Me he sentido como un niño de colegio repasando las lecciones que nos han dado tantos en estos días sobre la Historia reciente de España. La verdad es que no se me habían olvidado pero ha sido inevitable el repaso, después de que tantos historiadores de nuevo cuño hayan sentido el evitable deber de recordarnos tantas cosas que, con sinceridad, recordamos perfectamente. A ver, de pronto es como si un montón de gente pensara que no sabíamos que la democracia no llegó con la muerte de Franco y que este murió en la cama, y se viera en la obligación de aclarárnoslo para que, nuevamente, este gobierno no volviera a engañarnos a nosotros, pobres inocentes, al querer conmemorar el quincuagésimo aniversario del fallecimiento del dictador.
Entre las críticas a la iniciativa del Ejecutivo de Pedro Sánchez me parecen lógicas las que hablan de que pretende usar la conmemoración con fines electorales o para tapar sus problemas con la Justicia o con la lealtad de sus socios. Pero no entiendo las que afirman que el recuerdo de la desaparición física del espadón de Ferrol “divide a los españoles”. ¿Cómo es eso, qué se quiere decir? ¿No quedamos en que si algo nos une es estar en contra de la dictadura y a favor de lo que construimos después, es decir la democracia? ¿En qué divide a los españoles recordar las tropelías y los crímenes de un régimen autoritario, para que sea más difícil que se pueda volver a dar? Y en todo caso, ¿no estaría bien que se produjera esa división, y se supiera a quiénes les duele tanto ese recordatorio? A algunos ya se les está viendo el escozor.
Cuando esos hablan de olvidar ya o de que les produce ‘pereza’ hablar de Franco, en realidad están hablando de su incomodidad, tal vez por su pasado o por el de sus familias. Probablemente, o todavía, en Alemania o Polonia no serían capaces de propugnar que se cierren los campos de concentración que permanecen abiertos como lugares de memoria, precisamente para que no se pierda el recuerdo de esa barbarie. Díganle a las pocas víctimas que quedan vivas, y a sus descendientes, que mantener esas instalaciones es “reabrir heridas”.
Allí mismo, como en toda Europa, están avanzando por desgracia las tesis negacionistas del holocausto, las que blanquean el pasado de los regímenes fascistas, como el de Franco y su larga y duradera corte en España. Recordarlo, y obviamente condenarlo, sigue siendo, en cambio una necesidad vital.
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