Enrique García-Máiquez

Fueros y huevos

Su propio afán

10 de noviembre 2024 - 03:05

El coronel Pérez de los Cobos ha ganado otra sentencia al ministro García-Marlaska, que encima es juez. El Estado de Derecho es una obra maestra y, cuando funciona, da gusto ver a la justicia poniendo en su sitio los pesos en los platillos, por mucho que pese al pesado poder Ejecutivo. Por motivos espurios, Marlaska no concedió el ascenso a general que correspondía al impecable cursus honorum de Pérez de los Cobos y bien que se tiene que estar arrepintiendo a estas alturas, si su vanidad le deja. Va de batacazo en batacazo.

El último ha sido especialmente gozoso (para nosotros). Tras ganar, el coronel de la Guardia Civil ha renunciado a que se ejecute la sentencia. Demuestra con ello que ha litigado, como es propio de la hidalguía, por el fuero, no por el huevo. Esto es, por que se le reconozca el derecho que se tiene, y no por los beneficios económicos o sociales que van aparejados, que pueden ser pocos o muchos, pero que se desprecian o valoran mucho menos que el puro prurito.

En estos tiempos tan materialistas, es una actitud ejemplar, casi un antídoto. Yo soy un sindicalista del trabajo intelectual, y recuerdo una vez en que querían convencerme de que no cobrase, que es algo que me sucede con harta frecuencia. El argumento final fue: “Hombre, para la porquería que cobras, para qué te empeñas”. Era lo del huevo y el fuero. A mí lo que me importa es el reconocimiento de la escritura como un oficio, sin quitar que la literatura sea una vocación y la poesía, es su caso, un don. Son tres cosas compatibles. Los honorarios sólo tienen que cubrir la primera, por eso pueden ser a la vez pequeños e imprescindibles.

Lo de Pérez de los Cobos es más grande. No le importa el huevo del generalato sino el fuero de sus méritos para obtenerlo, que el ministro ninguneó. Más importante que obtener los honores es merecerlos, y eso es lo que la justicia le ha reconocido a Pérez de los Cobos y el coronel ha ejemplificado con su renuncia a ejecutar la sentencia. ¿El motivo? Para no perjudicar o degradar a los tres generales que ascendieron en su lugar, con lo que a la gallardía se suma la generosidad, y, además, el perdón tácito, pues éstos no dijeron ni mu a su ascenso sobrevenido.

De paso, con esa media verónica al morlaco de Marlaska, evita poner su nombramiento en manos del consejo de ministros, dándole otra oportunidad a la mezquindad. Y es que el honor acaba siendo práctico, al final.

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