El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
El pinsapar
CREO mucho en los poetas, perdonen el genérico. Mi fe en sus profecías es antigua. Como quiera que siempre andan en lo inefable, nos legan fogonazos, iluminaciones. Como hoy ha hecho Rosario Troncoso con su poema 'Billete de vuelta', que no conocía, en su muro. Y en él estos versos: Aquí,/ los pasos en lo oscuro/ saltan muros y franquean ventanas,/ de un futuro raro, de asfalto y frío. El futuro del que habla Rosario Troncoso no es un futuro político, es una poeta, alguien tocada por el Misterio para alumbrar todas las oscuridades y angustias del alma humana. Por eso antes había dicho: Otra vez un extraño con mis llaves,/ atraviesa espejismos,/ en el hogar descubierto, desde siempre,/ ante la luz de fuera. Un futuro raro nos espera, dándole a 'raro' no sólo el significado de incierto, que sería una especie de redundancia. Un futuro raro es esto que nos llega saltando muros y franqueando ventanas, dando pasos en lo oscuro. Se trata de nuevo de un extraño con mis llaves. Digo de la hipoteca que pagué con tanto esfuerzo. De la pensión que labré toda mi vida. De la paz. Viene de asfalto y frío, que es el camino de los criminales, de los ladrones de nuestro sosiego.
La poeta puertorrealeña ha logrado elevar lo individual a lo universal. ¡Un extraño con mis llaves! ¿Se puede decir mejor esto que llega el día 26 de junio? Dejamos un papel en una urna y no podremos olvidarnos nunca de lo que hemos hecho. Incluso el acto festivo y dominical puede perseguirnos durante años, lo menos cuatro. En moneda de incertidumbre y de temor. Si ocurre lo que nos tememos y tiene razón el poema, solo que enfocado a lo inmediato de nuestras vidas y no al previsible pasado de donde se tomó lección.
Ni decir que nos da miedo podemos decir para evitar que nos tilden de todo lo perverso: Aprendí de mi madre la costumbre: / nunca cierro la puerta de la calle. / Pero no es ésta nuestra casa baja, / ni este sol alimenta los naranjos/ que contaba hasta llegar al abrazo, / y disipar el miedo. Ya no tengo a la madre, el refugio, la seguridad. Ahora cierro la llave de la puerta de la calle. Además ya no es mi casa la casa baja por la que la calle entra en mi vida y yo en la vida de la calle, no, ahora ni el sol alimenta el naranjo de un patio que no tengo… Y lo peor es que no me espera un abrazo y un refugio, no me espera mi madre ¿ni mi patria?
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