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Crónicas levantiscas
Sumar se le rebela al PSOE, el grupo de la vicepresidenta Yolanda Díaz vota en contra del Gobierno y a favor del PP, y su portavoz hasta hace tres días, Íñigo Errejón, se enfada con los periodistas cuando le preguntan en los pasillos del Congreso por tal contradicción. Persona y personaje. La izquierda ha olido a la calle, se excita con la manifestación de miles de madrileños contra la carestía de la vivienda y rememora aquellos años en que los ángeles inmaculados estuvieron a punto de asaltar los cielos. Podemos le pone un precio imposible a la aprobación de los Presupuestos Generales de 2025 y Sumar se distancia de sus propios aliados del Gobierno en un acto reflejo, tanto que su diputado Alberto Ibáñez le suelta lo siguiente a la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez: “Usted va a durar lo que un anuncio de un piso de 600 euros al mes en Idealista”.
El Gobierno quiso poner el asunto de la vivienda en la primera página de la agenda porque sabe que la preocupación social es profunda y porque la intervención del mercado inmobiliario es un parteaguas que le diferencia del PP, pero sus aliados necesitaban marcar distancias, Sumar ya era un fracaso de Yolanda Díaz antes de la dimisión de Íñigo Errejón. Ahora es un cadáver. “O se está con los rentistas o se está con la Constitución”, advirtió el mismo martes, cuando Sumar ya le había conminado a dimitir después de comprobar la veracidad de la denuncia por acoso sexual de Elisa Mouliaá.
En una competición por ser más rojos, la portavoz de Podemos, Ione Belarra, acusó el miércoles a la ministra Isabel Rodríguez de rentista por poseer tres pisos en la provincia de Ciudad Real. “No me dan para pagar el chalé de Galapagar”, responde la ministra. Los Iglesias.
Galapagar hundió a Podemos y Errejón ha sepultado a Sumar y a Más País, el niño bueno de los morados, el supuesto socialdemócrata, el más aseadito, resultó ser el peor, la izquierda a la izquierda del PSOE necesitará tiempo y una refundación. La supremacía moral de los inmaculados era un engaño. Antonio Maíllo tiene un trabajo hercúleo por delante. En Moncloa se tanteaba la opción de lanzar un Frente Popular al estilo de Mélenchon en Francia para las próximas elecciones generales, acoger a Sumar en las listas socialistas para raspar diputados en algunas circunscripciones, pero lo de Errejón da al traste con una idea que de por sí era una temeridad en un país donde el frentepopulismo retrotrae a la Guerra Civil.
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