Garth Hudson

En tránsito

29 de enero 2025 - 07:42

EN la era del autotune y el reguetón y demás plagas bíblicas, poca gente sabrá quién era Garth Hudson, el músico de The Band que murió la semana pasada a la venerable edad de 87 años. Garth Hudson fue el rockero con menos pinta de rockero de toda la historia -parecía una mezcla de enterrador, buhonero y veterano de la Guerra de Secesión-, y también era el más viejo del grupo, así que todos creíamos que sería uno de los primeros en irse, aunque al final llegó a sobrevivir a todos los demás. Pero lo importante es que Hudson era un instrumentista extraordinario que tocaba cualquier cosa que se le pusiera a tiro (un acordeón medio roto, un órgano de iglesia desafinado, un piano destrozado a martillazos por un borracho). No sé dónde leí que Garth Hudson aprendió a tocar el órgano en el salón de pompas fúnebres de un tío suyo. Y allí descubrió el secreto de tocar las teclas del modo más eficaz para conmover al público. Cada vez que el predicador decía algo particularmente emotivo, allí estaba el buen Garth Hudson dándole a los pedales del órgano para hacer llorar a los asistentes. Así fue dominando el oficio. Y así llegó a ser casi el mejor de todos.

Digo esto no sólo como homenaje al gran Garth Hudson, sino porque se puede hacer una lectura política de esta curiosa habilidad musical para impresionar a los ciudadanos. Esa cualidad la tiene Trump, sin duda alguna, pero no la posee ningún político de la Unión Europea (si nos fijamos bien, todos parecen fabricados por alguna clase de Inteligencia Artificial defectuosa). Ahora bien, hay una excepción notable, y esa excepción se llama Pedro Sánchez. Porque si hay alguien capaz de tocar el órgano en un funeral del modo más efectivo para hacer llorar al público -o asustarlo, o hacerlo saltar de júbilo o bien hacerlo arder de rabia y furia-, ese es nuestro Sánchez. Y los demás políticos, a su lado, no pasan de ser unos torpes aprendices incompetentes. Cada vez que se le presenta un problema, Sánchez sabe usar toda clase de recursos -casi siempre fraudulentos, y encima pagados con dinero público- para tocar el corazoncito de la gente con su organillo desafinado. Y al final siempre se sale con la suya. Una encuesta reciente pronostica casi 200 diputados para la oposición en unas hipotéticas elecciones. No se crean nada. Ya está sonando el órgano en el salón de pompas fúnebres.

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