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Notas al margen
David Fernández
Llanto por la falta de viviendas
Franco murió hace casi 50 años, y medio siglo después tenemos un Gobierno en el exilio. El presidente del Gobierno en el exilio se llama Carles Puigdemont y reside en Waterloo. Es como Don Juan para los monárquicos cuando se exilió en Estoril. A Waterloo van todos en peregrinación para hacerse una foto y rendirle pleitesía. Santos Cerdán, que oficialmente es el secretario de Organización del PSOE, en la práctica se ha convertido en el jefe del Consejo Privado de don Juan, digo de don Carles, al que visita para llevarle papeles y hacerle consultas. En las últimas semanas acuden muchos peregrinos, para ver qué se le ha ocurrido a su excelencia.
A saludar al presidente en el exilio ha viajado el líder de UGT, un tal Pepe, que se ha gastado en ese viaje la herencia de Nicolás Redondo.Ya había ido antes la vicepresidenta del Gobierno de la resistencia interior, Yolanda Díaz, que también le rindió pleitesía. Hemos pasado del contubernio de Múnich en 1962 al contubernio de Waterloo en 2025, en el que los rojos hacen rogativas al más facha, a ver si le aprueban algunas de sus medidas que llaman sociales.
Sin embargo, no es tan sencillo que un facha como Puigdemont, aunque esté en el exilio, diga a sus peones en el Congreso de los Diputados que sean progresistas. Los empresarios no se chupan el dedo, ni se ponen pelucas, como Santiago Carrillo en otros tiempos. Los empresarios catalanes, en vez de visitar al molt honorable Salvador Illa, que vive con melancolía de la pandemia en el Palau de Sant Jaume, también han acudido a Waterloo. Y le han pedido al presidente del Gobierno en el exilio que rechace la rebaja del horario laboral, puesto que no lo va a pagar el Gobierno interior, sino ellos mismos; o sea, los empresarios de Cataluña y otras autonomías de ese Estado del que el presidente del Gobierno en el exilio dice que se quiere separar para mandar en un Estado Catalán más pequeño, en vez de mandar en el grande donde ya manda.
Sin embargo, para que la legislatura surrealista resulte perfecta, todavía falta lo mejor. Y es que el presidente del Gobierno de la resistencia interior, Pedro Sánchez, viaje a Waterloo para rendir pleitesía al presidente del Gobierno en el exilio, Carles Puigdemont, y participe en su besamanos o besapiés, o incluso se ponga de rodillas delante de él para recibir su bendición y pedirle la gracia de siete votos perpetuos.
Todo esto sucede porque en este país tan raro han conseguido que 350 diputados dependan de siete para que salga cara o cruz.
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