Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
En tránsito
No sé si se le ha prestado atención a un hecho que quizá no sea importante, pero que de algún modo explica el extraño país en el que vivimos. Hace poco, después de ganar el oro olímpico, el portero de la selección española, Arnau Tenas, comentó lo siguiente ante los micrófonos de TVE: “Hemos conseguido remontar el partido, nos han empatado y hemos volvido a remontar porque nunca nos rendimos”. Cuando alguien le hizo ver el flagrante error gramatical, Tenas se disculpó diciendo que él era de Vic (la Cataluña Profunda) y que no solía hablar en castellano. Le estaba costando usarlo, matizó, igual que le pasaba a su compañero de selección Pau Cubarsí. Por lo visto, los dos tenían problemas para entenderlo y para hablarlo. Convendría recordar que Arnau Tenas nació en 2001 y Pau Cubarsí en 2007. Y cabe suponer que los dos son bachilleres, como mínimo. No se trata de rústicos ni proletarios del siglo XIX que jamás pudieron acceder a un aula, sino de estudiantes de un sistema de enseñanza que se jacta de ser uno de los mejores del mundo, o eso dicen nuestros políticos cuando nos reclaman pagar religiosamente a Hacienda para sostener nuestra Sanidad y nuestra Educación de primer nivel.
Es realmente curioso. Mis abuelos de Manacor nacieron exactamente un siglo antes que Tenas y Cubarsí, y su idioma siempre fue el catalán, igual que en el caso de esos dos futbolistas. El catalán era el idioma que hablaban entre ellos y era el idioma que hablaban con sus hijos. El amor, la rabia, el júbilo, el temor, la sorpresa, la angustia o incluso la codicia y los prejuicios culturales y sociales –todas las emociones posibles en la experiencia humana–, sólo significaban algo para ellos si se expresaban en catalán (en el modélico catalán de Manacor, uno de los mejores que he oído). Pero tanto él como ella se habrían avergonzado de pronunciar una frase tan gramaticalmente calamitosa como “hemos volvido a remontar el partido”. Para ellos era importantísimo demostrar un mínimo de instrucción, aunque fuera en una lengua como el castellano que ellos apenas usaban en su vida diaria. Para ellos era esencial diferenciarse de un palurdo cualquiera que apenas sabía articular una frase. Construir bien una frase breve en castellano era para ellos una obligación moral. Pero está visto que todo eso eran cosas del pasado que ya no volverá.
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