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Como si dijéramos. En horas 24. España se ahoga, los ríos se desbordan, se rompen las presas. El agua no sólo pone verdor en los helechales y los pastos cántabros y astur-galaicos, inunda el centro de la península, el este y el oeste. Y el sur. Se han guardado en un cajón los planes hidráulicos, por si llegaba la esperada sequía. Mis amigos de Ubrique me enviaban vídeos de sus ríos, la cola del pantano de los Hurones. Las televisiones nacionales son todas un vídeo de Ubrique de Salvador Venegas. Muchas han redescubierto la violencia del agua, su peligro intrínseco. Han vuelto los muertos. Empezó por ahí la angustia, por los dos centenares de muertos de la última Dana. Los nombres de Valencia amenazan con ser los nombres de cien pueblos, ochenta comarcas. El período húmedo se alterna con el seco. En Iberia. Desde hace un millón de años. Más o menos. Lo antediluviano es la referencia, algunas veces. Como lo prebabélico. En horas 24 también le han ofrecido a los independentistas la solución final no letal: el que no sepa catalán no es catalán y, por lo tanto, debe salir por la frontera. El presidente Page no está escandalizado, (está) lo siguiente. Pero no ha anunciado el uso del botón nuclear: que los diputados y senadores de Castilla-La Mancha voten que no. Son más de siete. Y además se trata de una invitación a los hartos de Pedro Sánchez, los que no lo pueden soportar. No comulgan con esta idea de la supervivencia. Todo no vale, le dicen por bajini, presidente. Quedarse en la Moncloa no justifica la entrega del Estado a esta cuadrilla de forajidos. La guerra es soterrada, sin descanso ni cuartel. En Cataluña se habla catalán y el que no lo hable ahí tiene la puerta. La lengua común -que todos tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla- se barre como polvo y se pone debajo de la alfombra de los siete votos. Hasta que haya un cambio electoral y los siete no sumen, ni resten. Se queden sentados en sus escaños suspirando por estos días de humillación, este delincuente exigiéndonos pleitesía, rodilla en tierra y la lista interminable de demandas. En horas 24, prácticamente. Con el barullo de los aranceles y la difusa línea que separa el putinismo de lo mismo. Mucha entrada por salida, mucho la noche que fue entregado, mucho no sé quién es, no lo conozco de nada. Y los chinos. Preparados para la guerra, nos dicen. Con el descrédito del nuevo Napoleón y el alarde de los británicos, que no se lo creen ni ellos. En horas 24, ayer mismo.
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