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GENERAR valor tiene muchas facetas, pero me voy a circunscribir a la que se consigue a través de la innovación y que se define como el proceso a seguir desde la concepción de una idea hasta convertirla en un servicio o producto aceptado con éxito por el mercado, creando el subsiguiente valor añadido en su explotación que satisfaga las expectativas de rentabilidad económica y de dominio del mercado formuladas cuando se abordó emprender el proyecto.
El primer paso a dar será la identificación de una idea válida para iniciar el proceso. No ofrece dudas que concebir una idea está íntimamente ligado al don de la creatividad. Se entiende por creatividad al proceso por el que las personas aplican su talento para la solución de asuntos o problemas relevantes de tal forma que produzcan soluciones únicas que contribuyan al logro de objetivos deseados. Con todo ello, en el entorno del dominio de la creatividad deben convivir factores tales como: personas creativas, acciones que estimulen el inicio del proceso creador, herramientas para generar ideas y criterios para la selección de las mismas. Ahora nos queda abordar, cómo a esa idea se le puede agregar el conocimiento suficiente para que alcance la categoría de un producto, servicio o proceso productivo, que genere valor añadido en el campo donde le concierne. Esto se llama creación de valor y se logra por la gestión adecuada del conocimiento, aplicado a las diferentes etapas que comprende el proceso de innovación: 1) reconocimiento de la oportunidad, 2) formulación de la idea, 3) solución de problemas vía investigación, 4) configuración de un prototipo, 5) desarrollo final para alcanzar la máxima calidad factible, 6) distribución y difusión del producto, servicio o proceso productivo.
Sin duda somos un país de escasos recursos materiales, pero para poner en práctica todo lo dicho, solo se requiere una cosa: conocimiento que es un patrimonio inmaterial. Por este carácter, su gestión no es asunto fácil; no solo consiste en la identificación y posesión de este activo intangible, sino comprenderlo a fondo en toda su complejidad y conocer todas sus dimensiones claves. Por ejemplo, cómo y dónde crece o se atrofia o cómo las acciones emprendidas en su gestión afectan a la viabilidad de utilización y a su disponibilidad. La gestión del conocimiento, es por tanto una habilidad necesaria para la creación de valor ya sea cual fuere el ámbito donde se emplee. El gestor que la comprenda y la ponga en práctica con eficacia, tendrá una clara ventaja competitiva en el escenario donde desarrolle sus actividades. Dejémonos de ricos y pobres, crear valor es el único gran reto al que debemos enfrentamos para salir de la crisis y crecer en generación de riqueza.
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