El indeseable ruido

Gafas de cerca

04 de marzo 2025 - 03:04

No sé si usted habrá reparado en la notable variedad de acepciones de la palabra ruido, o sea, un sonido desagradable. Por ejemplo, que por una calle de dos carriles –junto a dos colegios grandes– la empresa municipal de transportes haga pasar a más de setecientos autobuses al día, convirtiéndolos en los dueños de la avenida. Muchos son gusanos articulados gigantescos, y sus chóferes, para evitar pisar el freno, van adquiriendo el vicio de tocar el claxon de dedo y el de pie, que es molestísimo por estruendoso (que es un ruido estrepitoso). De bachiller, estudiamos que ruido es una señal indeseable para la comunicación. Por ejemplo, apuntar amenazante con el dedo a tu interlocutor o apabullarlo dos contra uno y en tu casa es ruido de matón, con visos de ser ruido de sables. Sí, Trump y Vance en modo reala contra Zelenski en el Despacho Oval.

Ruido es un sonido en general a evitar. No es poca su polisemia. A la nobleza del sonido se le han compuesto poemas y canciones, con aquella icónica canción de Simon y Garfunkel, Los Sonidos del Silencio, a cuyo título apostaría que en los 60 y 70 no se tildó de oxímoron. Cabe decir otro tanto del ruido blanco o rosa: un sonido relajante, como esa música que ayuda a dormir. Ya en jevi, dicen que también relaja el traqueteo monótono del tambor de la lavadora, siempre y cuando no mute en transformer doméstico queriendo escapar del cuarto lavadero.

Una joven empresa andaluza, de nombre Whisper (susurro en inglés) desarrolla tecnologías para mitigar la contaminación acústica en entorno urbanos. Tiene mercado, en una tierra donde se berrea a medio metro de la oreja de desconocidos; y se tira de todo al suelo común (una guarrada que podemos culturetizar llamándola ruido cochambroso). Una alumna acomete un trabajo fin de grado sobre el ruido y su incidencia en la productividad y la estabilidad mental de los empleados. Y es que el ruido por el ruido es contaminante, malo para la salud. Así que aplaudamos a la Junta de Andalucía –con ruido agradecido de palmas– por la medida que entrará en vigor este jueves en toda la región: se obligará a pasar una prueba de ruido a los veladores y su efecto sobre las viviendas y oficinas colindantes. Como decían Martes y Trece sobre España y las barcas, una vez llegado al límite continental: hay bares... y si se acaban, ¡hay barcas de cuatro patas para seguir! O mesitas altas, claro. A por los frescos del barrio, en este caso los bares ruidosos. Turismo y hostelería, vale, claro, sí, pero hasta en la sopa y la cama, ¡no!

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