Joder, qué tropa

Confabulario

29 de enero 2025 - 03:03

La anécdota es muy conocida. El conde de Romanones, don Álvaro de Figueroa, que ya se veía académico de la lengua, descubrió que nadie había apoyado su candidatura, después de que numerosos miembros de la Academia le garantizaran personalmente el voto. “Joder, qué tropa”, fue su lacónica respuesta. Algo así ha debido de pensar el señor Rutte, secretario general de la OTAN, cuando el lunes, el presidente del Gobierno, don Pedro Sánchez, le dijo que sí, que subirá el gasto militar hasta el 2%. Pero ya, si acaso, en 2029.

Este breve sainete coincidía en el tiempo con otro hecho noticioso: el lanzamiento de la IA china, más económica que la estadounidense, y el consiguiente estremecimiento de las bolsas. Todo indica que nos dirigimos a una pugna tecnológica –y a un vasto minué geopolítico– en el que las armas tendrán un papel suasorio relevante. De igual modo, todo sugiere que la actitud de Europa en dicha tesitura será la de un púdico invitado en las gradas de Winbledon. Bien es cierto que nuestros jóvenes cantautores entonaban, no hace mucho, “Y si vuelve un general”, en referencia al recientemente fallecido don Francisco Franco. Pero don Pedro Sánchez sabe ya, aunque haya ninguneado un poco al señor Rutte, que España habrá de pertrecharse, con cierta urgencia, de un Ejército aún más sólido y eficiente. Y ello tanto por la exigencia del señor Trump, en relación a la OTAN, como por la propia defensa de la Unión, que debe atender a sus particulares necesidades. Doña Kaja Kallas, jefa de la Agencia Europea de Defensa, lo resumía muy expresivamente el pasado miércoles: “Si los europeos no se toman en serio la defensa, no quedará Europa tal como la conocemos que defender”.

Sin duda, doña Kaja debe pensar que aún merece la pena defender esta curiosa anomalía llamada Europa; y que dicha defensa no se hará, únicamente, apelando a la concordia entre los pueblos. En este sentido, ayer se advertía de los peligros de la IA china, debido a la información tendenciosa y sesgada que procura. Este no es, sin embargo, un problema privativo de la tecnología oriental. Si hemos de hacer caso a la historiadora Anne Applebaum, esa es la propia naturaleza de la sociedad digital (su infinita capacidad de desinformación), y el peligro cierto al que se enfrentan las democracias. A tal respecto, el inmenso poder que acopian el señor Musk, el señor Bezos o el señor Zuckerberg, y las facultades casi mágicas de su tecnología, no resultan muy tranquilizadoras. O dicho a la manera del viejo conde: “Joder, qué tropa”.

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