El Palillero
Mucha basura y poco civismo
En tránsito
Vivimos tiempos en que sólo parece posible el pesimismo. Lo pensaba el otro día, después de ver A Complete Unknown, la película que cuenta los primeros años de Bob Dylan en Nueva York, entre 1961 y 1965. La película no me gustó demasiado (a diferencia de la opinión del maestro Colón, expresada en estas mismas páginas), pero al menos trasmitía la imagen de un mundo que podía enfrentarse al futuro con optimismo. En los años 60, todo el mundo parecía joven –y más aún en América–, pero nuestro mundo occidental del siglo XXI se ha convertido en una especie de asilo para ancianos y animales de compañía. La pobre Von der Leyen reclama 800.000 mil millones de euros para la defensa europea, pero se olvida de un detalle capital: ¿quién va a querer luchar por Europa? O peor aún: ¿quién puede luchar por Europa?
Basta salir a la calle para darse cuenta de que en Europa no hay jóvenes ni mucho menos niños. Sólo ves personas mayores paseando un perrito (o dos, o tres), y si vas de visita a una casa o escuchas a alguien que te cuenta su vida, casi nadie habla de sus hijos sino de sus gatos o de sus mascotas, a los que tratan como si fueran sus propios hijos. ¿Se puede crear un ejército eficaz con ancianos y mascotas y unos pocos jóvenes que sólo han oído hablar de la guerra jugando con la Playstation? ¿Y qué clase de poder puede ejercer nuestra envejecida y atemorizada y neurotizada Europa?
Son preguntas interesantes. No sé si nos hemos dado cuenta de que el torpe ideario de los matones como Trump y Putin se deriva de su concepción de un mundo hecho de amenazas y de fuerza bruta, pero que justamente se manifiesta de una forma tan belicosa porque detrás de esa fachada agresiva no hay nada más que ancianos y perritos. Ninguno de ellos tiene jóvenes que estén dispuestos a luchar por lo que ellos defienden, y aunque se engañen pensando que la guerra se puede hacer con drones y con hackers y con inteligencia artificial, no hay guerra que pueda ganarse si no hay detrás una masa de ciudadanos que esté dispuesta a sacrificarse. Y esa masa no existe en Europa ni en Estados Unidos (ni tampoco en Rusia, me temo). Y justo por eso, esos fantoches se dedican a gritar y a gesticular y a amenazar. Pero son otros países –empezando por China– los que tienen la fuerza, la ambición y la voluntad de poder. Y sobre todo jóvenes, muchos jóvenes, justo lo que no tenemos nosotros.
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