Fátima Vila (Periodista y Profesora de la Universidad de Barcelona)

Jugar a feministas

"Hacer política de izquierdas no iba de esto, Íñigo, era algo mucho más difícil, frustrante y complejo"

26 de octubre 2024 - 10:50

Esta mañana he desayunado café, tostadas y Errejón. Llevo desayunando Errejón toda la mañana y amenaza con invadir el aperitivo, la merienda y la cena. En tiempos de infoxicación y Tik Tok conseguir que una noticia se cuele en mi vida y la de los míos de esta manera tiene su mérito. Salta de WhatsApp al Telegram, se cuela al final de las reuniones… Estoy flipando. Estoy en shock. Serían las frases más gordas si hiciéramos una de esas nubes de tags con las que se analizan las palabras en Social Media. Hasta a los no votantes, hasta a los haters, se les ha roto el corazón. Esa sonrisa fruncidita, esos ojitos claros… Que el alumno ejemplar de la izquierda alternativa, promesa del ecosocialismo, sea un gañán que trata mal, pega la cebolleta y presiona a las mujeres para que se acuesten con él resulta tan desagradable como ver a Frodo de psicópata en Sin City. Solo que ahora no puedes quitar la peli y olvidarlo. Ahora el niño encantador y su ristra de tropelías abre el informativo de la mañana y acapara podcasts y debates en la tele. Ya le viene bien este trauma colectivo a la oposición política. Frotándose las manos porque, en pleno siglo XXI, sabe que la moral progre podría competir en implacable con los púlpitos franquistas, y sabe, como tan finamente adjetivó ayer su ex amigo Iglesias, que no podía haber un final más “siniestro” para quien se ha paseado por la esfera política enarbolando la camiseta del aliado de las mujeres.

A las feministas, las clásicas, las mal vistas, no les ha extrañado tanto. Era complicado ser feminista y apoyar los vientres de alquiler, justificar la prostitución u otras vainas similares confundidas con modernidad. La mayoría de estas mujeres, además, ha frecuentado alguna vez esos cónclaves de jóvenes hombres de la izquierda que les explican el Feminismo haciéndoles mansplanning, les tocan el culo a la segunda copa o ligan con mujeres a quienes doblan la edad cuando empiezan a pintar canas. Son de la misma especie de esos padres pro lactancia que no recuerdan el nombre de la pediatra de sus hijos, no saben quitar las manchas de las camisetas o nunca han limpiado el culo a un familiar enfermo. Nada nuevo para las mujeres.

Ser un guarro o un cretino no tiene porqué eximirte de poder ser un buen político. O, al menos, no te exime de serlo durante un tiempo de la historia política de tu país. Nos sobran los ejemplos. Gente que hizo grandes cosas -los hay que escribieron poemas- y se portaban como parejas, padres o maridos despreciables. A uno y otro lado del Atlántico, en las bancadas del congreso, en las listas provinciales y ayuntamientos, hay decenas de hombres desagradables que hacen exactamente lo mismo que el ex cándido Errejón. Simplemente, sus correligionarios, sus votantes y sus compañeros no les juzgarán tan duro o les perdonarán pronto sus pecadillos. 

Con Íñigo no habrá piedad y no podrá haberla cuando el principal aporte de la izquierda alternativa es, desde hace años, enarbolar guerritas culturales en lugar de soluciones concretas a los problemas de los trabajadores: la globalización de los capitales, el sobre poder de las tecnológicas, la sobreacumulación de riqueza o la digitalización de la fuerza de trabajo. Temas para los que, burdamente, sí que encuentra respuestas, en su populismo fácil de todo a cien, la extrema derecha: cierra fronteras, no pagues impuestos, hazte rico tú también. 

El auge y la caída de Errejón tiene un poco de fábula de estos tiempos. Si tanto él como sus formaciones políticas se hubieran dedicado, de verdad y con ahínco, a mejorar la vida de los trabajadores en lugar de jugar a feministas, posmos y diversos, el tiempo podría diluir este tropezón de viejo verde tal y como hace con tantos políticos igual de machistas y deleznables como él. Ni que fueran tan importantes las mujeres… 

Ni a Errejón ni a los suyos les ha convenido reconocer en estos años que el Feminismo no debería ser propiedad de izquierdas ni de derechas, que respetar los plenos derechos del 50% de los seres humanos del planeta es algo civilizatorio (y permitir excepciones, una aberración), que ser empático y no abusar de tu poder son valores que beben del humanismo cristiano… Les ha venido bien ser “feministas” para no tener que ser otras cosas. 

Hacer política de izquierdas no iba de esto, Íñigo, era algo mucho más difícil, frustrante y complejo. Pero parecía más fácil ponerse la camiseta, cambiar una letra, apropiarse de un movimiento y repartir carnets. Parecía fácil jugar al Feminismo solo que, para mantenerse en la partida, al menos, había que serlo. Seguirán cayendo.

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