¿Nos lavamos más las manos?

Alto y claro

17 de marzo 2025 - 03:04

Cuando su afán por calmar las angustias de prospectiva electoral de Pedro Sánchez le deje un momento libre, Tezanos podría mandar a los encuestadores del CIS a preguntarle a los españoles de 2025 si se lavan más las manos de lo que lo hacían en 2020. Puede que este sea el único efecto práctico que ha dejado la pandemia del Covid, que hace cinco años revolucionó nuestras vidas como nunca nada lo había hecho antes. Estos días se cumple el primer aniversario redondo de aquellos días extraños y sobrecogedores en los que Pedro Sánchez apareció en la televisión para decirnos que quedábamos confinados en nuestras casas hasta nueva orden, que las calles y los trabajos debían quedarse vacíos y que lo único que podíamos hacer era lavarnos las manos con fruición, porque ni mascarillas había para que actuaran de barrera contra el virus maldito que empezaba a segar vidas por millares.

Conviene echar la vista atrás y evocar las calles vacías, las conversaciones compulsivas con familiares y amigos a través del FaceTime de los teléfonos móviles o la angustia de no saber cuándo iba a pasar todo aquello y cómo iba a ser la vida de después. Y volver a mirar los telediarios llenos de imágenes de militares sacando cadáveres de las residencias de ancianos, las noticias de una morgue inmensa instalada en una pista de hielo de Madrid o los sanitarios llorando de impotencia en unos hospitales colapsado, a cara descubierta y sin un mínimo equipo de protección para combatir una enfermedad de la que los desconocían todo, excepto que mataba con una enorme facilidad. También a ellos.

Parece como si en estos cinco años hubiésemos hecho un enorme esfuerzo de amnesia colectiva y que una vez vacunados lo mejor fuera olvidar aquello. La consecuencia primera es que no hemos aprendido ninguna lección. Ni el sistema sanitario de ha reforzado para hacer frente a emergencias de este tipo, ni el conjunto de la población está más concienciado de su tremenda vulnerabilidad ni se han cambiado los hábitos sociales que entonces facilitaron los contagios. Algunos optimistas pensaron que de aquella tremenda convulsión saldría una sociedad más ordenada y menos proclive al enfrentamiento inútil y la polarización. Buenismo barato que, como de costumbre, se ha demostrado una pamplina. Recuerden el eslogan oficial de Saldremos mejores, que visto en la distancia no sabemos si da risa o pena.

stats