El balcón
Ignacio Martínez
Política potente, candidata débil
Esta vez, y sin que tenga que servir de precedente, podemos decir que Fernando Santiago ha sido modesto. El periodista gaditano ha repartido, en su más reciente artículo, responsabilidades y méritos entre cientos de personas e instituciones por la feliz y próxima celebración en Cádiz del Congreso de la Lengua Española, pero sería faltar a la necesaria verdad si no resaltáramos que fue él quien tuvo la idea primigenia, esa cosa tan abstracta, tan difícil de definir como de atrapar y de la que tantos intentan apropiarse cuando tiene éxito. No descarto (ya no lo recuerdo, la verdad) que incluso yo mismo figurara entre las filas de los escépticos cuando propuso la iniciativa, aun deseando que se cumpliera.
Sin embargo, si en el principio fue un verbo, la realidad ha demostrado que el conjugado por el periodista se ha desarrollado con toda la fuerza que llevaba dentro, ayudado por un montón de gentes no precisamente descreídas y por el factor, determinante siempre, del azar: es decir los avatares políticos y sociales de Perú que han hecho que no fuera posible el Congreso previsto en Lima. Mas no nos engañemos. Para tener suerte hay que merecerla, o si lo queremos expresar con el rico refranero español, el que la sigue la consigue, el que busca halla e incluso a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga. Hay que estar en el sitio, que diríamos en Cádiz.
No hay nada más valioso para un periodista que la Lengua, ya elija uno que esta sea viperina o florida como arma. Pero no todos tenemos el talento, la habilidad o, ya digo, la suerte para que trascienda en forma de regalo a la ciudad. Santiago, que se ha querido crear para sí mismo y los demás un personaje a ratos voluntariamente odioso, se ha convertido con el éxito de su idea y seguramente a su pesar en un verdadero 'influencer', y en esta ocasión utilizo la palabra de forma deliberada para molestar-le.
Tampoco descarto haber figurado entre los descontentos, más de una vez, con las cosas de Fernando, pero esta vez su aleteo de mariposa (ya, ya, que me disculpe) ha hecho vibrar el aire hasta llegar en forma de ciclón lingüístico a Madrid, ha cruzado el charco y se ha traído de vuelta a un montón de gente para hablar, en Cádiz, con Cádiz y desde Cádiz, de cómo hablamos. A ver si nos entendemos.
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