Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Brindis al sol
Es comprensible que las ferias de libros antiguos se hayan asentado finalmente en estos días otoñales. Son las mejores fechas para rebuscar, entre caseta y caseta, aquellos viejos títulos, de otra época, merecedores de ser rescatados para ser leídos o releídos. Resulta estimulante contemplar la figura de ese tipo de lector ávido, nostálgico coleccionista, husmeando por los anaqueles, tras una rareza que lleva años persiguiendo. Nada que ver con el comprador autómata de las novedades del año en las ferias de libros primaverales. Por otra parte –y conviene señalarlo con preocupación– la rebusca entre libros antiguos se ha convertido en ocasión única para hallar esa clase de libro que, hace tras o cuatro décadas, figuraba bajo el epígrafe de materia de Andalucía. Por entonces, consejerías de la Junta, fundaciones, cajas de ahorros, diputaciones, servicios de publicaciones de las universidades – con el añadido heroico de una media docena de editoriales privadas– se ilusionaron, disputando con fervor y valentía, por ofrecer libros relacionados con cuestiones candentes de estas tierras, de sus habitantes, campos y pueblos. Se abordaron casi todos sus aspectos sociales y fueron convocados a participar eruditos locales, creadores consagrados e investigadores con criterio moderno. Por primera vez, y durante un buen periodo, hubo en las calles de Andalucía más libros que fiestas. No sólo se escribieron –también se publicaron– magnas historias, geografías, enciclopedias del arte, congresos de casi todas las especialidades desde las económicas a las antropológicas. Y no menor fue la actividad literaria con novelas y ensayos polémicos, fue una convocatoria, mantenida a través de dos o tres de décadas, tan espontánea como voluntariosa, con generosa participación y ayuda institucional y resultados visibles y cuantificables. Y, como consecuencia, surge ahora, por tanto, la gran pregunta: Cómo toda aquella ambiciosa voluntad cultural por escribir y publicar sobre temas de Andalucía ha podido disiparse y quedar reducida a un limitado cuentagotas testimonial. Es una pregunta que exige cierta reflexión. Porque no fue una simple tendencia, o moda, ya que el interés por aquellas cuestiones continúa tan vivo como necesario. Para comprobarlo basta seguir a cualquiera de esos ávidos lectores que rebuscan en las actuales ferias de libros antiguos. Rastrean entre tantos títulos viejos aquel que inició, hace unos treinta años, un nuevo enfoque para solventar los problemas que aún acucian la vida conflictiva de los andaluces.
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