Enrique Gª-Máiquez

El listón alto

Su propio afán

No conviene dejar nada para el último momento, ni siquiera las últimas palabras

24 de enero 2020 - 07:03

Hace muchos años me dio un dolor espantoso en el pecho y me puse, como hago siempre, en lo peor de lo peor. Camino del hospital, pensaba obsesivamente en que el artículo que había publicado ese día en el Diario era una intrascendencia, una glosa a alguna ocurrencia de Zapatero. Me daba mucha lástima de mí por irme del mundo y que mis últimas palabras publicadas hubiesen sido replicar una bobada. Luego, no fue un infarto, sino algo de acidez de estómago (quién sabe si por la frase de ZP) y pude seguir escribiendo artículos.

Muchos han tenido esa preocupación por sus últimas palabras. Emiliano Zapata, en su lecho de muerte, desesperado de que no se le ocurriese nada, rogó a un periodista norteamericano que cubría sus andanzas: "Diga usted que dije algo". El poeta Eliseo Diego fue ingresado con un infarto auténtico y -desde la camilla, que se alejaba- gritó a sus hijos: "¡Quieran mucho a su patria, quieran mucho a su madre!" Los médicos le salvaron, y el hombre quedó deprimido, pues había malgastado esas magníficas últimas palabras que llevaba tanto tiempo pensando. "Ahora me moriré hablando del frac de los pingüinos", se lamentaba. Le dio otro infarto y su hijo sólo pudo decir a sus hermanos: "El frac de los pingüinos, el frac…". Ellos entendieron y corrieron al hospital. Eliseo volvió a salvarse. Años después, antes de acostarse, charlaba por teléfono con su hijo el novelista Eliseo Alberto (por el que sé la historia) y, exasperado por algún pequeño desacuerdo, le espetó: "¡Hijo mío, eres gilipollas!", y colgó. Esa noche murió. Fueron sus últimas palabras.

Es muy gracioso, pero no querría que me pasase lo mismo. Así que, aunque hoy sólo me anestesian para una prueba rutinaria, vamos a ir dejando mi frase definitiva. Tiene que ser agradecida, porque el mundo me está encantando y, en términos generales, la gente ha sido muy amable. "Adiós, gracias; adiós, donaires" es una frase insuperable, pero carece de originalidad, porque ya la dijo Pierre Menard. Ante este trance, pienso en lo alto que tiene el listón Dios si el Cielo va a ser (como va a ser) infinitamente superior a esto. Léon Bloy aseguraba sentir "una inmensa curiosidad". Yo también; aunque sin prisa. En todo caso, si hay que dejar una frase final, que sirva, incluso, de epitafio para mi tumba, que sea ésta: "Todavía me queda lo mejor". Cuando pase, dentro de muchos, muchos años, diga usted que dije esto.

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