El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Envío
CONFIESO que durante unos días he temido quedar ante mis amables lectores como un vulgar catastrofista, incapaz de comprender la prudencia y el talento con que el Gobierno dirige el rumbo de la nación. Y es que en alguna de estas columnas yo había mostrado mi abierto escepticismo ante la posibilidad de que este Ejecutivo abordase la reforma de las administraciones públicas, la madre de todas las reformas. Pero hete aquí que, durante varios días, la trompetería mediática me hizo pensar que mi crédito ante ustedes, si es que alguno tengo, iba a hundirse. La verdad es que hubiera pagado gustoso ese precio y poco o nada me hubiera costado desdecirme.
Desde el viernes pasado, doña Soraya (la única a pesar de malas imitaciones) ha vestido sus mejores galas casi presidenciales y hecho singular acopio de los mohínes, miraditas e insultante seguridad en sí misma, su talento y su concentrada belleza, que la caracterizan para presentar urbi et orbi el informe de la reforma que Mariano Rajoy había anunciado poco antes. Tras la infinita palabrería y el circense aviso de sacrificios para los políticos, inmediatamente jaleado por la peña, se ha impuesto la frialdad de los números y la congelación de las esperanzas. Resulta que el ahorro para el erario que el plan supone es de 6.440 millones de euros en tres años, hasta el 2015, por lo que las economías no llegan a 2.150 millones anuales, un ridículo 0,4% del gasto público total. Esto en el caso de que se puedan poner en marcha las 217 medidas propuestas, algo más que dudoso si se tiene en cuenta que 120 de ellas necesitan de la buena voluntad de las autonomías, entes, como es sabido, ansiosos de reducir su tamaño y ambiciones. Encima, en vez de mostrar voluntad de verdadero aligeramiento de la losa que aplasta al país, el informe llega muy satisfecho a la conclusión de que en realidad España posee un sector público ligerito, menor que la media de la OCDE, ese club de arruinados. Ya podemos, pues, figurarnos en lo que va a quedar todo.
Nueva y en esta ocasión tremenda oportunidad perdida de asentar el futuro y el crecimiento del país sobre unas bases saneadas. Con la estructura clientelar del Estado casi intacta y hambrienta después de algunos años de dieta forzosa aunque relativa, ¿puede alguien imaginar el despegue del gasto público en cuanto asomen de verdad los brotes verdes?
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