El pinsapar
Una manta de Grazalema
El pinsapar
Antonio Mateos, alcalde de Grazalema en ese tiempo, emigrante en Alemania, socialista, hombre llano, discreto, carpintero, me invitó a dar una conferencia en su pueblo. Acepté, fui y la di. El día después me llevó por el pueblo –ya sabéis, maravilloso– y en el paseo vimos un taller artesanal de lana de las ovejas payoyas y grazalemeñas. Impresionante porque era el tiempo detenido, era como el primer taller de tejidos. La mecánica eran cordeles, maderas y brazos o pies. Ya digo, un parque temático auténtico. La verdad es que este alcalde excepcional y sabio, que lo fue de su pueblo decenas de años, hasta que él mismo puso fin a su etapa política, me causó una impresión indeleble. Fueron todo atenciones, agrado, simpatía. Cuando nos despedíamos, quiso darme un talón con una cantidad “por la conferencia”. Rechacé de plano el cheque, le dije que no me debía nada, que yo le debía a él haber conocido uno de los lugares más bellos del mundo. En fin, hubo su tira y su afloja pero tuvo que ceder en el empeño porque vio que mi determinación era completa. Volví por la Sierra al mar con la convicción de que tenía un amigo allí arriba, en ese espacio de pinsapos y blancuras, de agua que corre alegre por los arroyos, de veredas, caminos y naturaleza esplendorosa. Y seguí mi vida. Pero una mañana, semanas después, llamaron a la puerta de mi casa, un transportista me hizo entrega de un paquete. Lo abrí luego, con sorpresa vi que se trataba de una manta de Grazalema. No me lo podía creer, el alcalde cedió en no darme el dinero porque seguro que tenía el plan B. Una manta de lana del taller artesanal de Grazalema. Qué maravilla. Dos o tres vidas dura una manta de Grazalema. En un altillo de mi casa aguarda a los inviernos. Siempre cumple, mucho más los tiempos fríos como los de ahora. Y en esta manta he pensado ahora que he sabido que quieren fomentar la industria de la lana en la capital de la Sierra gaditana. He visto corbatas y bufandas, mantas… Espero ya el mundo abierto de la producción y la exportación de la calidad y la belleza a toda España, en primer lugar. Ubrique, al pie de la Sierra, ya navega por todo el mundo. Villaluenga del Rosario, lo hace también con sus quesos únicos y su naturaleza excepcional. Grazalema lo quiere también con su industria de lanas únicas, al mismo tiempo que su hábitat incomparable. Nunca olvidaré que Antonio Mateos me dijo: “Si retrasan una semana el dinero de la Diputación se cierra el pueblo”. Por eso la alegría.
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