
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Los males del mal
La esquina
Poca gente ayudó tanto a Pedro Sánchez a seguir en La Moncloa y frenar el avance de Núñez Feijóo hacia el mismo lugar como Carlos Mazón. Ganó las elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana por mayoría insuficiente y, antes de que la dirección nacional del PP se pronunciara, se aseguró el sillón de la Generalitat formando gobierno con Vox. Fue en junio de 2023. Precipitó que hicieran lo mismo otros barones y baronesas populares y regaló a Sánchez el mejor argumento de campaña en las elecciones generales: qué miedo, que viene la ultraderecha. Feijóo se quedó en puertas. Por razones variadas, sí, pero una fue ésta.
Esta historia se repite. Como farsa, diría el viejo Marx, aunque su fondo no puede ser más trágico. Mazón ataca de nuevo: acaba de pactar otra vez con Vox –ahora en la oposición, porque abandonó el gobierno valenciano por voluntad propia– los Presupuestos de su Comunidad a cambio de comprar palabra por palabra el discurso de los ultras sobre la inmigración irregular, vinculándola a la delincuencia, y el rechazo de la política verde de la Unión Europea promovida en principio por el PPE.
De este modo, Carlos Mazón, el personaje más quemado de la política nacional –literalmente no puede salir a la calle sin que se altere el orden público– coge aire para dirigir las tareas de reconstrucción de su tierra devastada por la dana y cree salvar su culo –¡como si eso fuera posible!– y hacer olvidar que fue responsable político máximo de la destrucción de octubre. Por negligencia o ineptitud o, mejor, por omisión. Porque no estuvo allí donde tenía que estar. Estaba en el ventorro.
Más grave que la permanencia del ya insignificante Mazón es la incapacidad de quien se lo permite. Que es Feijóo, cuya falta de liderazgo empieza a ser legendaria. Ya debió obligarle a dimitir desde el primer momento y quizás no lo hizo pensando en que su sustituto o sustituta necesitaría pactar con Vox la nueva investidura. Si es así, le ha salido el tiro por la culata: sigue aguantando a Mazón y éste se entrega otra vez a la ultraderecha. No se puede ser tan pusilánime ante los subordinados ni tan dubitativo y pasivo cuando están en juego los principios y la ética.
Por lo demás, hay torpeza e indolencia. Que Mazón lo toreó en junio de 2023 precipitándose en brazos de Vox y fijando desde Valencia la estrategia de todo el PP pudo cogerle distraído. Que lo haya hecho ahora otra vez ya no es culpa de Mazón.
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