¡A la mesa!

Gafas de cerca

17 de diciembre 2024 - 03:05

La comida es uno de los asuntos más importantes de la vida de las personas, desde que alimentarse era una necesidad imperiosa para sobrevivir –lamentablemente, sigue siendo así para muchísimos humanos–, hasta su sofisticación hedónica, lo que llamamos gastronomía. Pasando por el comer presupuestario y mesocrático: quien, boomer de manual como servidor, ha vivido en hogar de familia numerosa y clase media, sabe bien de los guisos de legumbres tres veces en semana en el almuerzo, de tortillas liadas y acedías en la cena, y del reparto a riguroso escote fraterno del número de croquetas, ese manjar que era aprovechamiento y reciclaje (pura “economía circular”; más bien, ovoide).

Esta casa tiene colaboradores y tribuneros en lo del buen yantar, una tarea ya emancipada de la estrechez hidalga del Quijote, cuya dieta consistía en “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”. Aprendemos de Charo Barrios, que se declara “activista culinaria y aspirante a gastrónoma” como acto de “libertad individual”, si bien sujeto al santo grial de la salud. En otro negociado, a Paco Ybarra, chef de primer orden y maestro de cocineros, que mora en el segmento de la mesa gozosa; la del producto bueno y mimado, de la indagación, el descubrimiento y la sorpresa. Y a Pepe Monforte, divulgador vigilante de establecimientos cercanos en los que escapar del adocenamiento y tangue que la gastronomía de calle sufre a manos de internet y sus secuaces. Cada uno de ellos a su manera, simbolizan la eclosión del comer por gusto. Sea gusto cotidiano, sea excepcional.

La proliferación de nutricionistas ha estallado en la comunicación. Y, como sucede con todo en este infinito cosmos con pocas lindes y difícil traza, pululan la almadraba digital consejos que se saltan la ciencia y la medicina a la torera. Verdades con menos papeles que alguna gamba blanca o roja, basadas en supuestos estudios que pontifican sobre el aparato digestivo y hasta el neurológico. Proclamando que beber agua durante la comida puede llevarte a un cáncer del más malo (leer tal barbarie me ha movido a escribir esto). Es sólo un ejemplo de cómo el rábano de la alimentación saludable se coge por las hojas del tráfico de datos, uno de cuyos nutrientes es la alusión al milagro o, alternativamente, a la ruina. Hay que tener más ojito con lo que se lee que con lo que se come, le da a uno. Para consumir sólo buen género, y librarse de morralla. En el plato y en la pantalla.

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