Milei no es Trump

El lanzador de cuchillos

27 de enero 2025 - 03:03

Argentina, conocida por ser un moroso inveterado, con tres suspensiones de pagos en lo que llevamos de siglo, ha saldado la deuda de varios miles de millones de dólares que mantenía con los inversores a través de sus bonos gubernamentales. ¿Consecuencia? Los mercados vuelven a tener confianza en el país.

Emparentar al libertario Javier Milei con el (re)entrante presidente de los EEUU ha sido el cliché recurrente de las conversaciones políticas de los últimos meses. Su verbo incendiario, la motosierra que blande para cortar muchas de las ramas del Estado de bienestar construido por los gobiernos peronistas que lo precedieron o el hastío manifestado en relación con la corrección política o la cultura woke, lo hacen parecerse a Trump. Sin embargo, su política es, en gran medida, opuesta: está a favor de la abolición de los derechos de importación, ha eliminado el déficit del presupuesto público y se mantiene alejado de los monopolistas argentinos. Considera a Trump un aliado, antiizquierdista como él, y el presidente de EEUU le ha dado su respaldo: pero, en realidad, sus opciones van en otra dirección. Mientras Trump anuncia la vuelta del proteccionismo y los aranceles y un rol creciente del Estado en las políticas industriales, Argentina pisa a fondo el acelerador de la desregulación y la eliminación de ataduras con arraigo en el sistema.

La economía argentina, que había entrado en recesión en los últimos meses de 2023, volvió a terreno positivo en el tercer trimestre de 2024 y se espera que siga creciendo en el año que acabamos de estrenar. Los mercados han empezado a tomarse en serio las reformas del Peluca porque, entre otras cosas, ha conseguido bajar la inflación del 211 al 3% mensual y ha revalorizado el peso un 40 % en un año, lo que, si bien penaliza las exportaciones, beneficia al sufrido ciudadano argentino, que ha visto su salario promedio casi duplicarse después de casi una década de descenso continuo.

Pero la política de austeridad, que ha llevado el presupuesto público a superávit, ha aumentado –era una consecuencia anunciada–, el número de pobres. Milei asegura que serán cada vez menos a medida que crezca la economía. Para mostrar a los argentinos que uno de los tratamientos socioeconómicos más radicales jamás vistos en Occidente trae beneficios duraderos necesita tiempo. En un país penetrado hasta las entrañas por el asistencialismo esterilizante no va a ser fácil que los votantes se lo concedan.

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