Montesquieu, Smith, ¡al pudridero!

Gafas de cerca

28 de enero 2025 - 03:04

Se dice que la política hace extraños compañeros de cama, y este dicho metamorfosea con los vientos de cambio, que han acelerado la interdependencia de personas, países, territorios y empresas de la mano de los vigentes gigantes tecnológicos: o por obra y gracia de ellos; no conviene olvidar que nunca un sector clave como no cabe más ha estado tan concentrado en tan pocos adalides y en tan pocos países. Trasladando el “uno o ninguno” con el que el humilde atleta sexual cuantificaba sus hazañas, el poder global es cosa de “dos (EE UU y China) o de uno (EEUU)”. La puesta en escena de los magnates tech digitales y espaciales en ostentoso lugar en la toma de posesión de Donald Trump así lo simboliza. ¿Extraños compañeros de cama? No. Compañeros de cama, a la vista está. Conviene recordar que la salud de los mercados es contraria a la concentración y a la connivencia público-privada. Los rampantes aranceles de Trump para así poder rebajar los impuestos en su país tienen de liberal lo que Franco (ahora, en el aniversario de su flebitis final). Adam Smith y la Economía Clásica, al pudridero.

La política hace compañeros de cama, sí. Ya en la cosa doméstica, tenemos el ejemplo más majestuoso en la pelotuda dependencia de nuestro Gobierno nacional de un prófugo en el exilio que ostenta un puñado de votos miserable –escoja usted el sentido del adjetivo–. Uno, Sánchez, necesita los 7 votos mágicos para erigirse de hecho en poder “ejecutivo”, pero con sustento del poder “legislativo”, o sea, pudiendo emitir leyes que más bien son decretos, aun a costa de olvidarse de la única ley anual exigible a cualquier gobierno: los presupuestos generales. El otro, Puigdemont, necesita al tercer poder, el “judicial”: nuestro hombre en Waterloo precisa de Sánchez que éste haga de los jueces y fiscales marionetas de Moncloa, para así no pisar el trullo (ya lo hicieron por él sus pretorianos una larga temporada; recuerden: el golpe de Estado desde el Estado regional que fue perpetrado por Junts y ERC en el procés). Puigdemont, cabe concluir, pretende de Sánchez una aberración institucional, hacer blandiblú de la separación de poderes. Montesquieu y la revolución ilustrada, al pudridero también. Hay otro binomio de compañeros de cama. Los que identifican a Trump con Milei, que se parecen esencialmente en lo estrafalario. O los liberales libertarios que son de Trump de toda la vida. Esta promiscuidad de andar por casa y red social tiene los mismos papeles que un “mena”... asunto que, evidentemente es un anzuelo para otra ocasión.

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