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Hay en el Alcázar de Sevilla unos tapices sobre la conquista de Túnez en 1535 por Carlos V. Uno dibuja un mapa al revés. Arriba África, debajo España; a la derecha el Atlántico y a la izquierda el Mediterráneo. Ese mapa tiene encima a Marruecos y Argelia, cuyos presupuestos militares han crecido en los últimos años, como subrayó Núñez Feijóo en el debate parlamentario sobre el rearme en Europa. En África están los grandes riesgos del país; por eso el Ejército español tiene en Andalucía los principales cuarteles generales de sus fuerzas terrestres y navales, en Sevilla y Rota. El secretario general de la OTAN ha recordado estos días que un misil ruso tardaría en llegar a Madrid diez minutos más que a Varsovia; para que nadie piense que está en una retaguardia. También hay peligros al sur del desierto del Sahara, en el Sahel, una franja de 6.300 kilómetros de longitud y 500 de ancho, que va desde el Atlántico al Mar Rojo. Allí ha habido cinco golpes de estado en los últimos años, con participación de mercenarios rusos.
La sesión del Congreso del miércoles mostró, sin embargo, un ambiente desentendido de la crisis de seguridad que vive el continente. Casi todos los grupos, en dialéctica de brocha gorda. La izquierda ha recuperado el no a la guerra, viejo eslogan contra la OTAN. En ese espacio, sólo Rufián (ERC) habló de orden, seguridad, defensa y rearme. El PP lo fía todo a desgastar al Gobierno. Al presidente Sánchez le da alergia el término rearme y sostiene que mayor gasto en defensa no supondrá menos estado del bienestar. Postureo. Europa tendrá que comprar más, hacerlo en común y planificarlo mejor. Y además, reformar sus instituciones para hacer frente a un mundo al revés.
Estados Unidos se ha convertido en una amenaza. El vicepresidente Vance ha ido el viernes a Groenlandia a intimidar a sus habitantes, a Dinamarca y a la Unión Europa. Trump quiere quedarse con esta inmensa isla, con una superficie equivalente a la mitad de la Unión Europea y menos población que Motril. Un país inviable, indefendible ante una superpotencia militar. Putin parece dar su beneplácito. Desde Mons, localidad belga a 60 kilómetros de Bruselas, un general americano de cuatro estrellas comanda las fuerzas aliadas en Europa. El primero que ocupó el cargo a principios de los 50 fue Eisenhower, que pasó de ese puesto a presidente de Estados Unidos.
La revista Foreing Policy ha recordado esta semana una nota de 1951 de los Diarios del general Eisenhower: “Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Italia y Alemania Occidental deberían formar un solo estado federado. Para contribuir a esto, Estados Unidos podría permitirse un gran gasto, porque obtendríamos algo exitoso, fuerte y robusto”. Resalta que figure precisamente Dinamarca entre los seis fundadores y choca ese espíritu al otro lado del Atlántico con las señales pendencieras que emite ahora Washington. La historia al revés.
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