Los narcos no roban gallinas

Notas al margen

02 de febrero 2025 - 03:06

La culpa de que los narcos se paseen por Andalucía la tiene el Estado. Los agentes no se cansan de detener a los camellos desde los peores tiempos de la heroína. Pero como Justicia no funciona, los capos se ven impunes dirigiendo el negocio desde sus mansiones. Hace un año del asesinato de los guardias en Barbate y nada cambia. Cuando las mafias de la cocaína se hagan fuertes, el tráfico de hachís parecerá un juego de niños. ¿A cuántos agentes tienen que embestir los narcos para que el legislador reaccione? Los clanes jamás descansan. Cuanta más droga se interviene, como ahora, más droga entra. Tanta, que están tirando los precios. Y cuando se reducen las incautaciones, aún es peor, porque suele ocurrir cuando logran despistar a los agentes con nuevas rutas más seguras para el negocio. Y no será por la falta de pundonor de unos guardias que se juegan la vida con sus viejas patrulleras. Pero la carencia de recursos en el ámbito judicial y el policial es tan alarmante que no es que los narcos perciban que nada malo les puede pasar con penas casi irrisorias, es que realmente no les pasa nada, como lamenta la fiscal Antidroga de Andalucía, Ana Villagómez.

No es sencillo entender por qué no se detiene a los tipos que se paseaban con sus gomas por nuestros puertos y el Guadalquivir, la autopista para que los clanes introduzcan sus alijos de cocaína en Europa. Pero es que no hay delito que imputarles. A lo sumo, al petaquero le caerá una multa que no paga porque se declara insolvente y listo. Villagómez lleva años pidiendo que se penalice la posesión de combustible en alta mar, pero ni los jueces se ponen de acuerdo. Y mientras se les detiene una y otra vez, ellos siguen con su actividad delictiva tan frescos. Muchas operaciones policiales golpean a los clanes, pero mueren en los juzgados porque la ley de enjuiciamiento criminal se remonta a 1882 y es lo más parecido a un camino de cabras. “Una ley gran reserva”, ironizaba el fiscal Emilio de Llera. Y desfasada. La venta de una papelina de cocaína puede tardar un año en llegar a juicio. Y al no reforzarse los juzgados más desbordados, los jueces se marchan en cuanto pueden. Las causas tardan tanto, que las penas se rebajan por dilaciones indebidas. No sólo se genera impunidad, lo peor es el efecto llamada. Como sentenció Carlos Lesmes, ex presidente del Supremo, tenemos una ley “pensada para el robagallinas”. Ni para el narco, ni para la corrupción. Y aunque en Andalucía tenemos de todo, el tráfico de cocaína preocupa más porque las mafias sudamericanas se han aliado con las del Estrecho y usan medios sofisticados y narcolanchas cada vez más potentes. También mueven mucho más dinero y gozan de mayor capacidad de corrupción. Estos capos no bromean y defienden su negocio con armas de guerra. Pero según las autoridades, navegan con las gomas a plena luz, gracias a la presión policial. Ya nos quedamos mucho más tranquilos, aunque lo que nos gustaría es no verlas nunca más, ¿verdad?

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