Pedro M. Espinosa
¿Dónde están los tíos?
El lanzador de cuchillos
Uno. Son los protagonistas de los telediarios y las tertulias de la radio; sus jetas indecentes copan también las portadas de los periódicos. Estás hasta las narices de que te chuleen, pero cuando llegan las elecciones vuelves a votarles. Aunque te hayan prometido con el mismo desparpajo una cosa y su contraria y te joda subvencionarles las mariscadas, las noches de farra y hasta la tableta esa de quinientos trompos con la que se graban los directos de Tik Tok mientras tú, que te llamas Vicente o Amparo, y no les importas una mierda, llevas seis días incomunicado/a, sin saber qué habrá sido de tu familia, tu coche y tu negocio.
DOS. En España se tiene cada vez más la sensación de que los políticos le exigen al ciudadano sacrificios ilimitados, mientras ellos se pegan la gran vida. Eso sí, cuando les ponen un micrófono delante, todos aseguran “entender perfectamente el desánimo de la gente” y se muestran convencidos de la necesidad de “ser firmes para que el desapego de la sociedad hacia la política no vaya a más”. Y, claro, cuando escucha eso, al tipo de Catarroja que ha perdido a un hijo porque ninguna de las trescientas administraciones que mantiene con sus impuestos hizo lo que debía, le dan ganas de utilizar la pala con la que intenta rescatar su cadáver para abrirle la cabeza al primer ministro o consejero que se acerque, con dolor impostado, a darle el pésame.
TRES. Todo se resume en esta perla de la nueva portavoz de Sumar, Aina Vidal: “Los diputados no vamos a achicar agua”; eso fue lo que dijo la sustituta de Errejón –salir de Málaga para meterse en Malagón– cuando se afeó al Gobierno y sus socios que no paralizaran la actividad parlamentaria a pesar de las noticias que llegaban de Valencia. La tal Aina, antes de pasar a engrosar las listas de la ultraizquierda patria, fue camarera, dependienta y empleada de supermercado. Pero, como Scarlett O’Hara, una vez que pisó la moqueta del Congreso, puso al dios Íñigo por testigo de que nunca volvería a pasar hambre. Ni volvería a coger una fregona. Que para eso ya están los curritos que carecen de inquietudes sociales y padrinos políticos. Sí, mejor que no aparezca por la zona. Porque los vicentes y las amparos, que ya no tienen nada que perder porque lo han perdido todo, lo mismo la tiran al pilón.
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