La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La aldaba
Sánchez no se agota, siempre resiste, siempre se inventa una solución de última ahora (como aquel adelanto repentino de las generales cuando el recuento de las municipales no estaba al cien por cien), nunca deja de sacar conejos de la chistera, nunca cesa de agitar sonajeros para desviar la atención en el debate político (la alusión de los señores de los puros de Madrid o la de los Lamborghinis, la apuesta por un mostrenco como Óscar Puente, la teoría del puto amo, los días de reflexión por amor, las denuncias a la desesperada contra el magistrado...) y nunca hay límites al descaro en la colocación de afines en las instituciones para someterlas a su control. La ética sanchista no está redactada, es el como el camino del caminante. Se escribe al gobernar, se hace al caminar. Y, por supuesto, a conveniencia, en función de los intereses inmediatos y con la perspectiva cortoplacista que condiciona toda la política. ¿Por qué no cae de una vez el presidente del Gobierno si la lista de despropósitos es extensa como la de los reyes godos?, se preguntan muchos españoles de buena fe. Primero porque el tipo es hábil y no tiene reparos en hacer lo que tenga que hacer para mantenerse en lo alto del machito, lo que le permite desenvolverse con las dos manos libres mientras los demás llevan una atada al respetar las normas elementales de decoro. Segundo, porque la economía no va mal, que no quiere decir que vaya como un tiro o como un cohete (ojo al paro registrado el mes de agosto). Ay, si Europa apretara en medidas contra el déficit público como en 2011. Está visto que la nefasta gestión de Zapatero no generó anticuerpos entre la masa de votantes con memoria de pez. Tercero, porque cierto antisanchismo tabernario no genera precisamente nuevos adeptos a los partidos de la derecha. No todo votante de izquierdas que está harto de Pedro Sánchez va a votar al PP, mucho menos a Vox, después de oír la matraca de críticas despectivas y con argumentos facilones contra el presidente del Gobierno. Cuarto, porque la derecha no sólo no avanza en el proceso de fusión pendiente (hasta ahora solo se ha producido el engullido de los restos de Ciudadanos y la adopción de su masa sociológica), sino que no termina de encontrar la manera de sacar de la Moncloa al presidente del Gobierno con menos diputados de la historia. Y quinto porque Sánchez interesa políticamente vivo a separatistas, nacionalistas y neocomunistas que no se verán en otra coyuntura más favorable a sus insaciables exigencias. En conclusión, si Sánchez no cae es, sobre todo, por impericia de una derecha que parece que está cazando moscas mientras el presidente vuela en el Falcon, coloca a los amigos y amanece con agradables vistas a los jardines de la Moncloa. Solo hay esperanza en un error no forzado. Como en el tenis.
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